La Junta nos quiere mudos

Almería es la única capital andaluza que tiene su Ayuntamiento no en obras, sino en ruinas. Desde hace años, el principal edificio civil de nuestra ciudad, catalogado como parte del patrimonio histórico, arquitectónico, institucional y sentimental almeriense, luce cubierto por un vergonzante trampantojo que oculta a los viandantes la cochambre y el abandono al que lo tiene sumido la ineficacia y desinterés de la Junta de Andalucía, que se comprometió a tener lista su rehabilitación completa para los Juegos Mediterráneos de 2005. Supongo que se acuerdan. Pues bien, en 2013, ocho años después, repito, ocho años después, el Alcalde de Almería, Luis Rogelio Rodríguez Comendador, ha tenido el “atrevimiento” de decirle a los señores de la Junta que ya está bien de milongas y que si llegamos a 2014 sin noticias ciertas sobre la segunda y más importante fase del proyecto, el Ayuntamiento retomará la obra en solitario y que ya la Junta podrá pagar su parte en tres años. Semejante muestra de impaciencia y arrogancia ha sentado fatal a la delegada de Gobierno de la Junta en Almería, Sonia Ferrer, que ha calificado el requerimiento de “ultimátum”, que “esa no es la forma de cooperar entre administraciones” y que el lenguaje del Ayuntamiento era “mafioso”. Y es que para la Junta todo lo que no sea aplauso es considerado insurrección. Quizás la mejor fórmula de cooperación es el silencio ante el abandono y la impavidez ante el ninguneo sostenido en el tiempo. Además, ocho años de retraso no son nada para la Junta, que ya tardó una década en hacer llegar aquí la A-92. Así que mejor no decir nada y esperar a ver qué pasa. Pero los que no esperan son los propios señores de la Junta, que han dado tres meses a sus amigos y compañeros de la UGT para que les expliquen (como si no lo supieran) qué pasaba con todas esas comidas “de trabajo” con barras libres “de trabajo” que les facturaban. Y eso no es un ultimátum. Claro que no: es puro teatro.