Sindicalismo caribeño y sabrosón

Jose Fernández
01:00 • 19 nov. 2013

Desconozco las razones por las que aún no se ha promovido algún tipo de homenaje o reconocimiento de los diferentes colegios de periodistas españoles a la Unión General de Trabajadores (UGT) como agradecimiento por  haber desbancado a los profesionales de la cosa informativa del escalafón de los empleos denostables. 


Hasta ahora (y siempre por debajo de las figuras del concejal o del asesino múltiple) la de periodista era una de esas ocupaciones que, puestas en boca de un hijo adolescente, era capaz de provocar soponcios y calambres a los progenitores más razonables. “¿Periodista? ¿Tú? Antes puta”. Dispensen la crudeza del lenguaje, pero les aseguro que yo mismo he presenciado alguna vez escenas similares entre adolescentes desorientados y padres que, por conocedores e incluso sufridores del estado profesional del gremio, no daban crédito a la extravagante aspiración de su criatura. Y es que ya me dirán qué progenitor A o B (disculpen mi exceso intolerable de haber usado la palabra “padre”) podría quedarse impávido si, con la que está cayendo, escuchara a su hijo anunciarle su deseo de entrar a formar parte de un sindicato de clase. Lo digo porque hoy mismo (ayer para usted) he leído en la prensa los detalles de la “subvención extraordinaria” de 1,8 millones que la Junta de Andalucía concedió en 2006 a la UGT para crear centros de formación sindical… en el Caribe. Desconocemos si los cursos ugetistas a la sombra del banano del socialismo andaluz tenían como objeto la comparativa entre el crustáceo cantábrico y el caribeño o cómo convertir una pancarta en un pareo sabrosón, o incluso si estos centros y cursos llegaron a realizarse. Qué más da ya. Lo que digo es que una cuadrilla de golfos se ha cargado las señas de identidad de un sindicalismo necesario e histórico, convirtiendo esas siglas en un estercolero. 


 







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