De vez en cuando llegan de fuera ciertas noticias que nos sacan los colores. En fuerte contraste con lo que está ocurriendo hoy en la sociedad española, la semana pasada leímos, entre la risa amarga y el asombro, que un expresidente de la República Federal, un tal Cristian Wulff, tuvo que dimitir por haber aceptado la invitación de un productor de cine. El gasto no pasó de 719 euros. De manera que estas exquisiteces morales pasan, pero no aquí sino en otros países con más tradición democrática y con más alto sentido del bien común. Y hay más ejemplos, no me quiero entretener buscando perlas en el desierto.
Aquí lo que tenemos son “buenas familias”. Llamo “buenas familias” a esas largas dinastías que por haber hecho dinero y ocupar cargos políticos en conexión con los poderes fácticos hacen gala de una moral tradicional, acomodaticia, falsa muchas veces, lo que no es óbice para que estén investigadas por corrupción y sucios negocios. En las postrimerías del franquismo, Joaquín Calvo Sotelo tuvo un exitazo por una obra teatral que se llamaba “La Muralla”. Se trataba de un empresario católico que, a las puertas de la muerte por una angina de pecho tenía que restituir todo lo que había robado a tenor de lo que exige la iglesia. Al pobre enfermo no le faltaron consejeros sobre lo que tenía que hacer. En primer lugar su mujer y sus hijas le disuadían. Esas cosas ya no se llevan, le decían. A saber cómo el vecino, que tanto presumía de fincaza en Argentina y de avión privado, había amontonado tanta pasta. Las fuerzas progresistas que trajeron la Transición a este país se ocuparon más de conseguir las libertades que de limpiar los casos de corrupción. En el consenso iba disimulada esta claudicación . Por eso hemos llegado a lo que hemos llegado. Las “buenas familias”, desde el Rey a los más altos empresarios católicos, pasando por el dinero negro de partidos políticos, agrupaciones sindicales y demás raleas, parecen decir lo mismo que la mujer del protagonista: todo el mundo roba. Hay un error de principio cuando asociamos nivel de vida a moral social. Afortunadamente buenas familias hay muchas. Ya lo creo que sí. Lo que pasa es que el comportamiento ético no está en relación con la cartera. Menos mal.
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