Ya me extrañaba que se demorara tanto la reforma de la seguridad en un Gobierno de derechas. Eran ya muchas manifestaciones callejeras, muchos contenedores y cristales rotos y muchos encontronazos con las fuerzas de orden. El problema es si se pasan de frenada en la represión. La dialéctica libertad/seguridad ha creado a lo largo del tiempo demasiados héroes pero también demasiados presos apaleados en las cárceles. En la sociedad tribal, el brujo que oficiaba de jefe político religioso, se pegaba un chute de alguna pócima misteriosa y comenzaba a ver peligros y amenazas por todas partes. De aquí a crear una especie de KGB para primitivos en taparrabos no había más que un paso. El PP que después de ganar las elecciones se cargó rápidamente la ley para la ciudadanía, que nos hubiera enseñado a no ser tan bestias y a respetarnos mutuamente, saca ahora un anteproyecto con multas de 600.000 euros a quien se concentre sin permiso cerca del Congreso y el Senado.¿ No les parece excesivo?¿Y qué quieren que les diga la oposición? ¿Sí, buuana? Entre la asociación “Jueces para la Democracia” que ahora juzgan las multas desorbitadas, habrá sin duda gente que corrió delante de la policía en otros tiempos, tal vez conoció el trullo por defender la libertad de expresión. Del mismo modo los militantes de IU y del PSOE a los que se le debe en buena parte el derecho de manifestación que la Constitución ampara, no pueden aprobar este retroceso castigador de conductas que los tribunales ni siquiera juzgan delictivas.
Sí, ya sabemos que algunas de las infracciones penales serán desde ahora administrativas, pero el Gobierno podrá sancionarlas sin pasar por los tribunales. Aquí en Almería estamos dolorosamente escarmentados de algunos excesos de interpretación. Javier Verdejo murió cuando escribía en una tapia “Pan y Trabajo”.
Unos jóvenes que venían nada menos que a una primera comunión fueron confundidos con terroristas de ETA. Lo que pasó después estremece recordarlo. No es que nos moleste la seguridad, todos la necesitamos en tiempos convulsos de penuria, pero en la derecha siempre ha habido como una obsesión por no perder sus privilegios.
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