España acudirá al Tribunal de Justicia Europeo si la Comisión Europea no abre un procedimiento contra el Reino Unido por haber rellenado el fondo de la bahía de Algeciras con bloques de hormigón. Es probable que al conocer la noticia, una sonora carcajada haya roto el silencio en el número 10 de Downing Street, residencia habitual de los primeros ministros británicos.
Y es que teniendo en cuenta que el Gobierno de Su Graciosa Majestad ya ha recibido no una, sino dos resoluciones de las Naciones Unidas instándole a agilizar el proceso de descolonización de Gibraltar, no quisiera faltar al decoro aventurando qué destino podría tener el documento que notificase una eventual condena de este dignísimo tribunal en manos del premier Cameron. No obstante, y dados los antecedentes, me malicio que podría suceder igual que aquella ocasión en la que un lector no muy partidario remitió una enfurecida misiva al prolífico y socarrón autor teatral Pedro Muñoz Seca (1879-1936) que tuvo a bien responder a su enojado comunicante devolviéndole una tarjeta que decía: “Estimado señor (…) ya tengo su carta delante. Dentro de poco la tendré detrás.” Efectivamente, lo más probable es que el gobierno sostenedor de esa vergonzante y delictiva realidad que supone la existencia de una colonia en la Europa actual, se pase por el peñón de sus caprichos cualquier resolución internacional contraria a lo que consideran sus intereses legítimos. Gran Bretaña, al fin y al cabo, es un país acomplejado y medroso que, ni de lejos, llega a la altura política y ética de otros países que no sólo aceptan sin rechistar la primera majadería que les envían de los tribunales europeos, sino que además se esfuerzan por ponerla en marcha inmediatamente aunque eso suponga la salida a la calle de asesinos no arrepentidos y violadores incontrolables. Siempre hubo clases.
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