A fuerza de viajar en coche oficial y de ver a los ciudadanos como rostros anónimos que se difuminan al pasar algunos políticos creen que el grueso de la ciudadanía es beocia. Idiota, traduciría un moderno. El último ejemplo de ese desprecio lo ha dado el ex presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, autor -o cuando menos firmante- de un libro de memorias (‘El Dilema’) presentado en sociedad en dos ocasiones.
La última con el concurso de Tony Blair, uno de los cuatro protagonistas de la tristemente famosa ‘Foto de las Azores’, la instantánea que precedió a la invasión de Iraq por cuenta de tropas norteamericanas y británicas, auxiliadas, algunas semanas después, por un pequeño contingente de tropas de nuestro Ejército de Tierra. Blair en compañía de George W.Bush, Durao Barroso y José María Aznar anunciaron al mundo aquel histórico ‘Delenda es Sadam Hussein’ que puso en marcha la mayor matanza conocida tras las guerras de Corea y Vietnam.
Sosteniendo una pancarta que denunciaba la arbitrariedad de la invasión de un país soberano cuyo Jefe de Estado era un dictador pero que nada había tenido que ver con los atentados del 11S en Nueva York, Rodríguez Zapatero, por aquel entonces inopinado líder del PSOE, consiguió hacerse un hueco en la vida política española. Encabezando las multitudinarias manifestaciones que rechazan la intervención española en la guerra se hizo también un nombre.
Si se quiere, la participación española en el conflicto fue simbólica, pero tropas y armas fueron desplazadas a un país del que jamás España había recibido una agresión.
El Gobierno de José María Aznar fue satanizado por su alianza con Bush y Blair -con base en Basora, varios miles de soldados británicos ocuparon el sur de Iraq- y aquel semidesconocido ZP se convirtió en un referente de la política nacional. Después, vino el 11-M y todo lo demás. De la nada, Zapatero saltó a La Moncloa.
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