A veces me viene a la mente aquella letrilla de la canción: “Están clavadas tres cruces / en el monte del olvido”. Pero no son tres, son muchas más. Aquí quisiera referirme a la ley de Memoria Histórica, por un lado, y a una posible revisión del acuerdo con la Santa Sede, por otro. De la primera ya ven cómo ha reaccionado nuestra joya guadalajareña, Rafael Hernando. Para muchos todavía la guerra civil sigue supurando en la carne viva cuando se trata de las víctimas del franquismo. Mucho decir que la reconciliación es una grata realidad, tras más de cuarenta años, pero en cuando alguien de los perdedores, con la mejor voluntad del mundo, quiere enterrar a sus muertos entonces oímos cosas verdaderamente aberrantes como que las familias lo que buscan es la subvención del Estado. En cuanto a la segunda de las cruces, (con la Iglesia hemos topado), les recuerdo que ayer casi todas las emisoras utilizaron el mismo argumento reaccionario: ¿por qué,(se preguntaron), no lo hicieron cuando estaban los socialistas en el gobierno? ¿Acaso eso interesa a los españoles urgidos hoy por mil problemas más urgentes? Bien. En realidad, si se fijan bien, el meollo del asunto estriba en si conviene la revisión del Concordato en una sociedad secularizada que vive bajo una Constitución laica, independientemente de lo hicieron cuando estaban en el gobierno. Tal vez ahora con este Papa se puedan llevar a cabo acuerdos que en otro tiempo eran imposibles por las luchas abortivas y homosexuales. etc. Esta denuncia es un compromiso adoptado por Rubalcaba nada más se r aupado a secretario general en el congreso federal de febrero de 2012, y ratificada ahora en la Conferencia Política. Revisar el Concordato lleva aparejada la presentación en un período de no más de seis meses de una Ley de Libertad Religiosa y de Conciencia que recoja normas comunes para las otras confesiones. Vistos estos problemas desde un cometa independiente o, si se quiere, desde la solución que le han dado en otras naciones europeas de nuestro entorno, no debería ser cuestión de pelea ideológica ni de que salieran los obispos a la calle a protestar, sino de respetar la Constitución por amor a la democracia. Pero, insisto, aquí la pus de la guerra nunca se acaba.
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