A reserva de lo que diga la autopsia, todo indica que los tres miembros de la familia de Enrique Caño, que vivían en Alcalá de Guadaira (Sevilla), fallecieron intoxicados tras haber ingerido algún alimento que estaba en malas condiciones. Algún producto recogido de los contenedores de la basura. Tras haber solicitado (sin respuesta por parte de la Junta) el salario social, la familia atravesaba por una etapa de gran penuria. Sin trabajo y con la casa embargada. Un matrimonio y dos hijos. Los vecinos transmiten la imagen de una familia "normal". "Normal", como tantas y tantas otras a las que las circunstancias de la crisis económica han empujado hacia la franja de excluidos.
En España, alrededor de un millón y medio de personas no reciben ningún tipo de subsidio. En Andalucía, 47.000 personas reciben el salario social y 54.000 tienen solicitada esta prestación cuyo importe oscila entre los 400 y los 645 euros, dependiendo del número de familiares. Cada día son más las personas que sobreviven gracias a la solidaridad de instituciones como Cáritas, la asistencia de alguna ONG, iniciativas como la del Banco de Alimentos o las ayudas de la Orden de Malta. Que las autoridades, el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira o la correspondiente consejería de la Junta de Andalucía, llenen ahora los telenoticiarios con palabras de duelo, no sirve de nada. Llegan tarde. Es una vergüenza que en la España del siglo XXI haya ciudadanos que pasan hambre y sobreviven rebuscando comida en la basura. Es una situación a la que debemos dar respuesta como sociedad y como país. No es de recibo gastar dinero -despilfarrarlo sería la expresión más exacta-, en aeropuertos en los que no aterrizan aviones (Castellón, Ciudad Real) o gastar cientos de millones en proyectos faraónicos inútiles (Ciudad de la Cultura en Santiago, remodelación del Palacio de San Telmo en Sevilla, etc), al tiempo que miles de ciudadanos desahuciados por las circunstancias de la crisis y sin posibilidad de encontrar trabajo, se ven forzados a vivir en la miseria.
No es tolerable que los ayuntamientos y los gobiernos autonómicos se embarquen en proyectos urbanísticos innecesarios mientras hay gente forzada a comer las sobras de los contenedores de la basura. Noticias terribles como la de Alcalá de Guadaira enmiendan la plana a esa parafernalia (más gasto innecesario) montada alrededor de la "marca España". Como dice el viejo proverbio, convendría que nos olvidáramos de las cosas del cielo, mientras haya pobres en el suelo. La tragedia de esta pobre familia andaluza ha encendido todos los focos sobre los desahuciados por la crisis. Una crisis que paradójicamente ha hecho más ricos a algunos de los que la provocaron. ¡Qué vergüenza!
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