Escuchando a Artur Mas en la entrevista en la que declaraba no temer ni la prisión ni la suspensión de la autonomía, uno llega a la conclusión de que el presidente de la "Generalitat" ha interpretado mal el sentido del famoso verso de Salvador Espriu "A vegades és necessari y forçós que un home mori per un poble, però mai no ha de morir tot un poble per un home sol: recorda sempre això, Sepharad".
Sepharad (España) ya no es una dictadura. Vivimos en un Estado democrático cuya base es la Constitución. Miquel Roca recordaba el pasado lunes en un coloquio celebrado en Madrid que en Cataluña la Constitución obtuvo un respaldo mayoritario, por encima de la media de España. No es un texto sagrado, pero es un texto a respetar. No es inmutable, pero para cambiarla hay que cumplir con los procedimientos establecidos.
Roca sugiere que una posible salida a la situación sería celebrar un referéndum en el que participaran todos los ciudadanos españoles. A algunos de los asistentes al coloquio les pareció una idea sugerente; otros creyeron ver en esta sugerencia la astucia de Ulises pues aceptar un referéndum para consultar acerca de la eventual segregación de una parte de España sería tanto como admitir que desaparece el imperativo del Artículo 2 cuyo fundamento "es la indisoluble unidad de la Nación española patria común e indivisible de todos los españoles". Volviendo a la posición de Artur Mas tengo para mí que no es hombre de una sola idea. Está donde está por obra de un error de cálculo. Midió mal la masiva manifestación de la Diada del 2012. Por eso anticipó las elecciones creyendo que CiU obtendría mayoría absoluta. En aquel momento ni se la había pasado por la cabeza la idea de convocar un referéndum independentista. Pinchó en las urnas y lo que vino después es conocido. En manos de ERC va de rehén aplicado metiendo a la gente en una deriva que conduce al choque de trenes. Rajoy (el Gobierno) no puede autorizar la consulta; Mas (la "Generalitat"), como representante del Estado en Cataluña no puede saltarse la legalidad arrastrando a los catalanes a un escenario de división. Por eso decía que había interpretado mal a Espriu. La suya empieza a ser una figura patética.
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