Hay situaciones en que desear “feliz navidad” puede resultar un sarcasmo de cine negro. A una familia con la mayoría de sus miembros en paro, con la luz y el agua cortadas, y tocando ya la amenaza del desahucio, decirle aquello de que ya estamos saliendo de la crisis, puede resultar hiriente y algo sádico. Pero como somos seres de costumbre y detrás de nosotros pesa una larga tradición cristiana, no podemos zafarnos al encanto de los pastores, los ángeles del cielo y los hombres de buena voluntad.
A causa de este inmenso perdón sobre la tierra surgen las treguas en primera línea de combate, las ciudades se llenan de luces anunciadoras de una vida menos cruel y todo el mundo se hace un poco mejor aunque sea mera apariencia. Quienes escribimos diariamente y solemos opinar comprometiendo nuestra vida, pertenecemos a esa raza de periodistas que sin duda está a punto de desaparecer. Las nuevas tecnologías fomentan ahora la información aséptica, esa que hace que el periodista sea como un botón de la lavadora que se limita a leer una noticia como si estuviera destinada al Jurásico. De este modo ni se equivocan ni se complican la vida. En cambio quienes metemos opinión en nuestras notas, sí estamos en peligro de equivocarnos. Un epíteto mal puesto, una interpretación sinuosa y torticera, te puede poner al borde de la querella por parte de quien se considera ofendido y la broma cuesta un riñón, probablemente mucho más de lo que has ganado en el periódico en toda tu vida ¿Y todo esto por qué? Por creer que el mundo no estaba bien hecho, y en consecuencia había que utilizar la palabra escrita para transformarlo. Como decían el ama y la sobrina de Don Quijote cuando vieron volver al Caballero de la Triste Figura maltrecho y molido a palos: Válame mi Señor, ¿quién le manda a vuestra merced ir por esos andurriales del diablo en busca de aventuras.? Bien, pues por tener conciencia de que estamos en Navidad y éste es un tiempo sagrado de reconciliación en recuerdo de aquella paz que anunciaron los ángeles a los hombres de buena voluntad, pido perdón como Montoro de mis desvaríos periodísticos. Les aseguro que no fue mi intención hacer daño.
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