María Pilar Araque era, hasta hace un par de días, concejal de Participación, Servicios Sociales, Discapacidad, Inmigración y Cooperación. Y el día de Nochebuena se tomó unas copas, cogió el coche y atropelló a una anciana de 78 años, dejándola malherida. Triplicaba la tasa de alcoholemia permitida esa concejal del PP de Alcorcón responsable de tantas áreas necesitadas de bondad, equidad, sensibilidad y empatía.La ignorancia deviene a menudo en tragedia.
Diríase que Alberto Ruiz Gallardón es un poco como la concejal Araque: tampoco parece saber nada de justicia, es decir, de lo que es justo y de lo que no. Sin embargo, es ministro de Justicia, de suerte que la tragedia está servida. El hombre que dijo que gobernar es producir dolor, desvelando con ello una psicología inquietante, se propone producírselo a las mujeres. Pero para dolor bestial, el que propinaría, si nada impide la implantación de su inicua ley del aborto, a aquellas gestantes a las que se diagnostique malformaciones graves en el feto. El máximo dolor para ellas y para sus infortunadas criaturas. También en torno a la Nochebuena, como Araque, Gallardón coge su coche, el del poder insensato y atropella el derecho no de una, sino de todas las mujeres. Mi colega Millás se pregunta sobre la psicología del personaje. En realidad, son dos psicologías: la personal y la política. Sobre la primera, opinen o diagnostiquen los especialistas; sobre la segunda, él mismo aclara: "Yo tendría un hijo con malformaciones graves". ¿El? ¿Qué le hace suponer que otras personas, y no digamos con otra ideología, y otra sensibilidad, y otra situación, tienen que verse obligadas por ley a hacer lo mismo que dice que él haría? Qué angustioso e impúdico resulta siquiera escribir sobre todo esto. Uno respeta a las mujeres, y no digamos sus derechos, su libertad. Imposible la indiferencia ante su atropello.
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