Gallardón, ministro de Justicia

“Deja de ser una ley conservadora para convertirse directamente en un abuso”

Pedro García Cazorla
01:00 • 29 dic. 2013

Al Ministro de Justicia, le preguntan en una de las numerosas entrevistas concedidas a raíz de la polémica suscitada por tramitación del proyecto sobre la Ley del Aborto, si tendría un hijo aun sabiendo que el feto está afectado de malformaciones congénitas graves, y responde afirmativamente. Aclara a continuación que se trata de una opción personal.


De una u otra forma todas las normas son consecuencia de una elección, pues  nacen de un posicionamiento ideológico concreto, lo que incluye las convicciones morales, religiosas y otros sustratos más difusos que construyen el pensamiento, afirmar lo contrario es puro idealismo y una utopía inocente. Pero dicho esto y aunque la neutralidad sea más un deseo que un imperativo legal, si es recomendable que la mente política no anteceda o priorice sus orientaciones para convertirlas en leyes, salvo que tenga la certeza que el espíritu de la nueva ley guarde identidad y armonía con el espíritu social dominante. 


Al juzgar por algunas de las deserciones públicas y otras muchas privadas de los miembros de su propio partido, por la intensidad de las críticas internas e internacionales, incluso por lo publicado en un diario conservador como de The Times, que ha llegado afirmar en su editorial; que le ley de Gallardón al penalizar temas de salud  y de conciencia, deja de ser una ley de cariz conservador para convertirse directamente en un abuso. 




Esa armonía entre ambos espíritus no se ha logrado, pero probablemente no interesaba ni estaba el horizonte del ministro, que quería complacer a quienes ponen el acento en los derechos de naciturus aún acosta de la desprotección de la mujer. Nadie puede menospreciar esa posición, goza de tanta legitimidad como su opuesta, pero no hablamos de legitimidades filosóficas o éticas y si de la legitimidad social, algo mucho más extenso que el resultado de unas urnas, por el cual  los elegidos se convierten en intérpretes de la voluntad de un pueblo, no en iluminados de convicciones mesiánicas que desde su ideario categórico, imponen leyes que criminalizan a las mujeres, pero son incapaces de mover un dedo para perseguir los que nos llevaron a la miseria económica y también a la demográfica.






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