Contar la Almería de nuestros padres

José Ramón Martínez
23:06 • 02 ene. 2014

Eduardo del Pino Vicente ha inventado un nuevo género narrativo, un monólogo político y social, que en tono distante, irónico y cargado de ternura disecciona la Almería de la posguerra. Aquella ciudad con su arquitectura de puerta y ventana, con una población sin estudios, con la escuela de la vara como solución a todos los males, una Iglesia institucional de aire marcial y un poder político profundamente autoritario. ¡Y sobrevivimos!


Con un público fiel que le sigue en cada nueva aventura narrativa, el Teatro Apolo estaba hasta la bandera, y allí estaba Eduardo, con la sala a oscuras, música de fondo, sentado en un taburete y micrófono en mano, haciéndonos sonreír cuando no reír a mandíbula batiente. Sabe conectar con el alma popular y sencilla que representaban los almerienses de la época, convirtiéndose en el historiador de los humildes. No sería de extrañar que algunos analistas de la comunicación copiaran esta nueva forma de contar historias.


Este periodista, al que todos los días podemos leer en la contraportada de La Voz, quiere reivindicar el territorio de la infancia, el de la felicidad perdida, sin mitificar el pasado, pero lo poetiza con su fina ironía. Desde el pito de Oliveros que marcaba la hora de la ciudad; el olor perfumado de la Celulosa, o para no ser menos y en despecho de que a Málaga se fuera la marca Costa del Sol, que los telediarios anunciaban a los grande, aquí se inventó: “Almería, donde el sol pasa el invierno”. 




Y es que esta ciudad ha sido de las últimas en incorporarse a la modernidad y sin caer en tópicos interesados, su situación geográfica no le ha beneficiado en algunos momentos de su historia, aislada por carretera y por tren. Almería parecía que no estaba en los planos y menos como imagen de marca. Quizás siga sin estarlo pero cuenta con una de las agriculturas mas potentes de Europa, un espacio natural privilegiado que muchos quisieran, y de momento el sol sigue pasando el invierno. 


‘Almería, los años vividos’, es un libro que mira al pasado con ojos de futuro. Un retrato de una sociedad que ya no existe pero dejó su huella. Historias de la ciudad, de sus personajes, artesanos, comerciantes, camareros y boxeadores... Finalmente, aunque no idealiza el pasado, pone en valor muchas de las cosas que dignifican a una sociedad. ¡Qué siga así!






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