Los profesionales de la publicidad han dado este año con un spot que parece un buen chiste, si no fuera porque es falso. Sirviéndose del doble significado de niño (alegría última de una pareja estéril, premio de lotería en el Día de Reyes) estos viejos nos quieren resarcir del fracaso del día 22. Así que vamos por el Niño. Si el premio no viene antes, que venga después. Lo importante es que las oficinas de Loterías y Apuestas del Estado funcionen a toda pastilla. Por cierto, por si al Estado le quedaba algún chiringuito donde rebañar pasta , les recuerdo que hay otro impuesto de Hacienda a los premios posibles. Quien gana en realidad pase lo que pase es el ministro Montoro. Ya sé que los afortunados pagarán como mucho gusto este impuesto después de la algazara vecinal con abrazos y botellas de champán incluidas. Les quiero hacer una confidencia personal. A mí nunca me gustó la lotería. Poquísimas veces en mi vida jugué a las apuestas. Sin embargo, desde que me jubilé, quizá por estar ya en la última revuelta del camino, o quizá porque ya no hay esperanza de ganar dinero , aunque sea para otros, juego diariamente a la Primitiva y también a los ciegos. La experiencia me sirve para conocer un poco más a la gente que me rodea. Desde principios de noviembre campea en las puertas de la oficina el estimulante cartel de “Hay lotería para Navidad”. En algún sitio hasta recuerdan que allí, por el año 60, hubo un premio vendido en esa oficina. Basándose en el principio de que si no echas no te cae, los supuestos compradores se arremolinan en la cola que circunda el edificio. No deja de ser una buena experiencia psicológica ver cómo la gente escoge su número de la suerte. Hay quien lo prefiere con cinco cifras. Otros que les ponen nombres como si fueran criaturas. Pocos piensan que cualquier número vale y que se dan así como varios millones de posibilidades de que no te caiga nada. Pero la Navidad se impone. ¿Cómo hurtarnos a esta vetusta costumbre tradicional sin probar la suerte? Tras la desolación que produce el fracaso baldío de la Nochebuena ( alusión al año que viene, lo importante es la salud) se enciende la nueva esperanza para la víspera de Reyes. Es cuando los dos viejos improductivos dicen aquello de ¡Vamos por el Niño! con sonrisa sardónica.
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