En las pasadas elecciones generales, el PP dispuso toda su artillería contra Zapatero olvidando el origen de la crisis y la avaricia sin límites del capitalismo financiero. En realidad la crisis era hija del mismo sistema que defiende el PP, pero a éste le salía más barato culpar a los socialistas. La clase media baja, sin ideología y no poco aterrorizada, votó en masa a Rajoy, un político que no se distingue precisamente por su carisma seductor. El mapa de España fue prácticamente azul salvo dos regiones obreras que habían conocido bien los estragos del fascismo. Me refiero a Asturias y Andalucía.
Aquí en el Sur, Javier Arenas estuvo a punto de gobernar aunque al final no lo consiguió. Los andaluces no olvidan su larga historia de señoritos latifundistas, fincas baldías y hambres atrasadas. Por eso fue posible una nueva coalición entre el PSOE-A e Izquierda Unida, lo que no es poco después de un socialismo que gobierna ya treinta años si se tiene en cuenta la incuria del tiempo. Hoy estamos en vísperas de otras elecciones. Las europeas. Desde hace meses, la estrategia electoralista del PP es conseguir Andalucía cueste lo que cueste. Para ello ha vuelto a poner todos sus efectivos, tanto institucionales como mediáticos, a la caza de este objetivo. Ustedes hagan la prueba, no tienen más que revisar la prensa andaluza y verán que salen tres artículos afines a la derecha sobre Andalucía por uno o por ninguno de la izquierda.
Pero no todo queda en palabras. También se le ve el plumero al Gobierno central. Los recortes de arriba están el origen de muchas promesas que Susana Díaz no puede cumplir. Algunos hasta se escandalizan como el fariseo de que negocie con Botín o con algún gran empresario.
El ministro de agricultura, señor Cañete, que tiene cara de Papa Noel, parece que le puede más la ideología que su tierra. Menudo recorte le ha dado al dinero agrícola de los andaluces.
La prensa habla de unos 418 millones, una mala noticia para unos trabajadores que han elevado los invernaderos a nivel de ciencia infusa. Ante el poder destructor de estas frustraciones poco vale que nos visiten ministros diciéndonos que la crisis quedó atrás.
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