Una de las características de la sociedad actual es la dificultad para emitir mensajes sencillos, a pesar de los numerosos medios para comunicarnos que tenemos a nuestro alcance. Y, otra, añadida, es tener que demostrar lo obvio.
Todos los expertos, ante el enorme gasto sanitario que dedica España a la Sanidad, diagnostica que no se puede mantener y que, en el futuro, dado el aumento de las expectativas de vida, y la frecuencia enorme de enfermedades que ya parecen crónicas, como el cáncer, será imposible.
Ante esto cada autonomía hace lo que puede, intentando racionalizar el gasto, y una de las medidas más extendidas consiste en externalizar servicios, concertar con hospitales privados o encomendar la gestión de hospitales de titularidad pública a terceros.
Es lo que se ha hecho en toda España, pero, al parecer no se puede llevar a cabo en Madrid, porque una decisión judicial ha paralizado el programa que se quería llevar a cabo.
Esta paralización ha ido acompañada de previas manifestaciones en contra de la medida, y ha causado la dimisión del consejero Javier Fernández-Lasquetty, un hombre que se bregó en el gabinete de José María Aznar, cuando éste era presidente del Gobierno.
Recortar el gasto en Sanidad es muy duro. O en Educación, o en las pensiones. Pero si no existe el dinero habrá que disminuir el gasto, y los jueces deben entender si hay delito o no hay delito, si existen irregularidades o no, pero no puede administrar la comunidad porque no es su misión.
Naturalmente todo esto se politiza, porque en España se ha politizado hasta el terrorismo, pero gobierne quien gobierne en cada sitio, se enfrentará con que el gasto sanitario, tal como está, no se puede abordar.
Y cuando falta dinero para funcionar da lo mismo que quien mire la caja sea de derechas o de izquierdas, porque hasta ahora la ideología no parece que haga manar dinero de las piedras.
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