La suerte de una vida satisfactoria

“Tenemos que luchar juntos por nuestra provincia, por sus hombres, sus campos, sus pueblos, sus comunicaciones, sus playas, su agricultura...”

José Fernández Revuelta
01:00 • 02 feb. 2014

Excelentísimas e ilustrísimas autoridades, amigas y amigos: Me siento realmente emocionado de este acto que con tanto cariño ha organizado La Voz de Almería a la que quiero mostrar mi agradecimiento sincero y especialmente a mi buen amigo Pedro Manuel de la Cruz , al Presidente de la Diputación, al Alcalde y a las autoridades actuales y pasadas que están presentes. Igualmente quiero agradecer a todos mis amigos y amigas y concretamente a Carmen Pinteño, que han podido asistir esta noche a acompañarme. Este año cumpliré 87 años y tengo que dar gracias a Dios porque he tenido una vida muy satisfactoria , llena de éxitos familiares , en mis más de cincuenta años de ejercicio profesional , en mi tímida aventura literaria y en mi corta aunque intensa presencia política en Almería.


Escribir ha sido  una aventura para mi.  Es situarse ante un folio en blanco y bolígrafo en mano, pensar, agarrarse al vehículo de la fantasía y dejar que las palabras se vayan volcando, una a una, o bien surjan en torrente, atropelladas. Y cuando hablo de papel y bolígrafo me estoy retratando como el que escribe a la antigua, como un asceta que renuncia a los placeres del ordenador. Las cosas son así y únicamente hay que hacer votos porque no me tiemble el pulso.


En esta aventura nos inició la inolvidable Celia.. Celia Viñas Olivella, adornada con sus dos apellidos vegetales, continúa presente en muchas cosas nuestras de cada día. Su paso por el tiempo fue, a veces torbellino, a veces remanso. Torbellino como el juego de sus manos con sonido de pulseras, o remanso como su mirada de madre y maestra. Fue palabra viva y meditación fecunda. Romancero gitano y Auto Sacramental. Épica y mística. Poema del Mío Cid y arrobamiento de San Juan de la Cruz. Nos enseñó a discurrir, a describir y a escribir y dejó —sin saberlo— una imborrable huella.




Todas estas facetas de mi vida han estado presentes en la relación semanal que he mantenido durante tantos    años con nuestro diario.


  En lo familiar, escribía con ocasión de mis Bodas de Oro con Mari Lola:




“Mi mujer y yo plantamos, hace cincuenta años, la semilla de nuestro amor. En esos cincuenta años la semilla ha sido cuidadosamente regada, abonada, azotada por los vientos y acariciada por los tenues rocíos. Ha sufrido sus levantes y sus ponientes, pero, en definitiva, ha fructificado. Y lo ha hecho en una hermosa familia...


Hoy es un árbol de tronco duro y curtido —fuertemente arraigado— con sus ramas acariciadas por los vientos, sus hojas, sus frutos y su savia caliente y vital.




Parece imprescindible referirnos a la tierra y al árbol. Los hombres y las mujeres tenemos raíces y ramas. Crecemos hacia arriba y hacia abajo, en una continua contradicción. La madre Tierra nos recoge y nos cría, nos alimenta y nos descansa...”


  La belleza de nuestra tierra ha sido un punto central en mis reflexión semanal. Escribía sobre una realidad que vemos todos los otoños y todas las primaveras:


“Me ha sorprendido que, al llegar el otoño, hayan florecido las jacarandás de la Puerta Purchena. O sea, que cuando empieza la estación en que “nacen” las hojas secas y —muertas— se dejan mecer por los vientos, contribuyendo a dibujar un tiempo más desapacible resulta que, en un acto de rebeldía frente a la Naturaleza, esos hermosos árboles hacen un florido acto de presencia.”


Y como no , he escrito sobre otros símbolos de nuestra ciudad.


“En primer lugar, pensaría en La Alcazaba, que es la corona mural de Almería: advierte, presid


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