Bueno, parece que estamos de enhorabuena: Solo si se produce en España o Portugal, se podrá llamar sangría a eso que se hace con vino tinto, azúcar y fruta.
Para el resto de países de la Unión Europea la palabra podrá añadirse como complemento a la expresión "bebida aromatizada a base de vino".
El pleno del Parlamento Europeo ha aprobado esta propuesta con 609 votos a favor, 72 en contra y 4 abstenciones.
Es decir, una amplísima mayoría de eurodiputados se ha puesto de acuerdo en algo que, digámoslo claro, no parecía así a priori que preocupara a mucha gente.
De hecho, no me equivocaría si afirmara que la mayría desconocíamos que este asunto fuese merecedor de un debate que, además, se ha prolongado durante dos años.
Está bien, supongo, que el Parlamento Europeo legisle sobre estas cosas, pero lo que más me llama la atención, lo que no me parece lógico, es que otras cuestiones fundamentales, prioritarias para millones de ciudadanos que las están pasando canutas en estos dos países, no sean merecedoras de un debate serio y riguroso. Que pese más el vino que el pan es para echarse a temblar, sobre todo si tenemos en cuenta que ese parlamento de mayoría conservadora, que ha estado mirando con el rabillo del ojo a españoles y portugueses para ver si pagábamos las deudas de la banca, ha sido incapaz de tender la mano a los que realmente lo necesitaban.
Mucho me temo que tras el curioso debate de la sangría y para afrontar otros retos de más enjundia, de verdadero calado para los ciudadanos, habrá que esperar hasta las elecciones de mayo para darle un giro de 180 grados a estas políticas de recortes auspiciadas por Europa y que nos han llevado a una ruina social sin precedentes.
En ese escenario, los ciudadanos exigirán con su voto que los representantes públicos no se miren al bolsillo, ni al propio ni al de los que manejan la pasta, sino directamente a los ojos de las personas.
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