Vamos a contar mentiras

“La corrupción de derechas parece perdonable; la de izquierdas es la verdadera, según los conservadores”

Kayros
22:55 • 14 feb. 2014

Se acercan las elecciones europeas. Dentro de un año, a más tardar, han de seguir las autonómicas, las municipales y las generales. Si tuviéramos que señalar la intención del Gobierno como ayuda para el tiempo que llega tendríamos que recurrir a los mantras brotados de la propaganda oficial. 


A saber, el objetivo de déficit se cumple, los bancos están saneados, las exportaciones aumentan y como prédica general, fácil de entender para el sufrido administrado, está la conocida decisión de Rajoy de bajar impuestos. En el otro extremo  se sigue destruyendo empleo, bajan los salarios, en la calle brota, como un río  desbordado, el malestar social. 


Cuestión importante digna de ser dilucidada muy pronto :¿Bajan los impuestos porque se acercan las elecciones?¿o es al revés? ¿No serán las elecciones las que fuerzan al político a engrasar las ruedas de credibilidad por lo que pudiera ocurrir? Ya sabemos que por boca del Gobierno habla la verdad discutible. Si para salir de nuestras dudas más gordas, uno consulta a profesores de fuera o a economistas independientes de dentro, resulta que existen divergencias profundas entre la ficción y la realidad. ¿Por qué se miente tanto en tiempo de elecciones? ¿Por qué entre estrategas electorales persiste la creencia de que el pueblo es tonto y que a la hora de votar se piensa que ya no se acordará ni de Bárcenas ni de la juez Alayas? Parece que hubiera dos clases de corrupción, la de izquierdas y la de derechas. La verdadera, a tenor de lo que dicen algunos medios afines al partido conservador, es la de izquierdas. La otra parece que fuera en el sueldo de los  que gobiernan, fruto último y fácilmente perdonable puesto que no se concibe un sistema capitalista sin plusvalía. 




Son ellos, dicen, quienes aumentan la riqueza y crean empleo. La izquierda, en cambio, es una alcahueta predicadora de la moral, siempre con el ay nieszheano en el alma porque el paraíso no llega. Así nos va. Toda la lucha revolucionaria que llega del fondo de los siglos parece que no sirviera de nada a la hora de la confabularse del capital contra el trabajo. Y, por lo que veo, hay demasiada  gente que lo ve natural.






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