La elección desde Madrid de Juan Manuel Moreno para presidir a partir del 2 de marzo el PP andaluz pone fin a una cadena de despropósitos en los que ha quedado demostrado que la táctica del partido, desde la dimisión de Arenas, ha sido la confusión, y la estrategia, la acumulación de confusiones. Toda situación es manifiestamente empeorable, pero superar la torpeza del PP andaluz en los últimos meses se antoja imposible: Nunca tan pocos lo hicieron tan mal.
Con la decisión de Rajoy se pone fin al capítulo de intrigas internas y a la desorientación en la que estaba sumido el partido, pero el relato de tanto error todavía no se ha consumido. Sevilla no va a asumir de forma sincera que un malagueño presida el partido; y si no, al tiempo.
¿Por qué ha sido el malagueño Moreno el elegido por Rajoy y no el Sevillano Sanz, cuando éste último contaba con el apoyo de Dolores de Cospedal y Juan Ignacio Zoido?
La lectura de lo ocurrido no podría entenderse sin tener en cuenta lo ocurrido en el congreso nacional de Valencia de 2008 y el papel de cirineo que en aquellos días tuvo Javier Arenas, ayudando a Rajoy en un calvario tan amargo para el ahora presidente como fueron aquellos días.
En la tarde de aquel sábado de pasión en que Aznar se comportó premeditadamente desdeñoso con Rajoy -saludó a toda la mesa que presidía el congreso con un abrazo; a todos menos a Rajoy, al que dio una despectiva palmada en el hombro-, y en la que los halcones comandados por Esperanza Aguirre exhibieron la sombra amenazante de una candidatura alternativa liderada por ella, Arenas y, por tanto el PP andaluz, fueron decisivos para que la amenaza no se consumara. Esta actitud nunca se le olvidará a Rajoy y es desde esa lealtad de entonces desde la que se puede comprender que el presidente del gobierno se haya decantado por la opción de Arenas en detrimento de la de Cospedal y Zoido.
En Granada hace dos años y en el congreso que eligió a Zoido presidente, fue Simón, no el de Cirene, sino Ruiz, el redactor jefe de LA VOZ, el que captó un detalle nada inocente que ponía al descubierto que el desencuentro entre Arenas y Cospedal venía de lejos y llegaría aún más lejos, tanto que ha propiciado el desfiladero lleno de trampas por el que ha caminado la elección del próximo presidente regional.
Caminaba el periodista de La Voz por los pasillos del Palacio de Congresos granadino cuando en una de las escaleras que comunicaban la planta baja con la primera observó cómo Arenas y Cospedal se encontraban. Un fotógrafo oficial recogió la estampa desde todos los ángulos. Fue un ejercicio periodístico sin trascendencia (que dos líderes coincidan en una escalera y se saluden no aporta nada más allá que un recurso gráfico del que la mayoría de las veces ni se utiliza).
Lo sorprendente ocurrió tras continuar cada uno su camino. A los pocos minutos, Simón recibió en su portátil una galería de fotos del encuentro y observó que en todas las imágenes enviadas a los medios por el fotógrafo de la secretaria general a lo largo de ese día- en todas y en cualquier escenario- siempre aparecía Cospedal de frente y Arenas de espaldas o en segundo plano. En política nada es inocente: quien hacía hecho la selección quería dar el mensaje de que una llegaba y otro se iba.
La elección de Moreno revela que el que se iba nunca se fue; y nunca se ha ido y nunca se irá del todo: ni del poder madrileño ni del poder andaluz.
Esta permanencia ha llegado a incomodar tanto a la secretaria general que en los últimos meses ha intentado t
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