Los españoles que están empadronados en Melilla, y tienen allí su domicilio, necesitarían que alguna de las ONG que hoy están muy ocupadas por los sucesos de Ceuta, les prestasen su ayuda, porque vivir en Melilla es un continuo sobresalto.
Ayer, tras una avalancha de doscientas personas, cien de ellas lograron atravesar la valla y dispersarse por las calles, donde la Guardia Civil intenta localizarles.
No, no son peligrosos, pero a ninguno de nosotros nos gustaría vivir en un barrio donde un centenar de huidos y dos docenas de guardias civiles se esconden y se persiguen. Sin embargo, esa incomodidad podría ser asumible de no ser porque la tasa de paro en Melilla es superior al 35%, y entre los jóvenes de entre 16 y 24 años supera el 70%. Se trata de unos porcentajes de desempleo terribles, los más altos de toda Europa, debido, entre otras circunstancias, a que los inmigrantes sin papeles son capaces de trabajar, no ya sin IVA, sino a cambio de un plato de comida.
De continuar las entradas, dentro de poco toda España podría estar con estas cifras de desempleo, y no habríamos podido arreglar el complejo problema de Africa, pero habríamos jodido el simple problema de España hasta mediados de siglo. Donde están ya igual es Ceuta, con porcentajes de desempleados similares a las de Melilla, de tal manera que de cien jóvenes ceutíes con estudios terminados, sólo pueden acceder a un puesto de trabajo unos 25, y casi todos en labores por debajo de su formación.
Creo que para solidarizarnos con nuestros compatriotas melillenses y ceutíes deberíamos abrir nuestras casas para alojar a los que vengan de Africa, a la vez que se quitan las alambradas y se ordena a la Guardia Civil que se retire a la península. Es una manera de tranquilizar a la Unión Europea. Otra, sería llenar un centenar de autocares de subsaharianos y llevarlos a Bruselas y Estrasburgo para que tengan una idea aproximada de lo que significa ser europeo en Ceuta y Melilla.
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