La conmemoración, el pasado sábado, del 75 aniversario de la dramática muerte en el exilio del emblemático poeta de la Generación del 98, Antonio Machado, ha tenido un amplio eco y ha convocado actos y lecturas poéticas en torno a la figura de “un hombre decente, un poeta cabalmente vinculado a la propia historia vivida”, según el premio Cervantes José Manuel Caballero Bonald.
El aniversario del fallecimiento del inolvidable autor andaluz, tan triste y terrible, en el hotel Bougnol-Quintana de Collioure, en unas circunstancias extremadamente dolorosas –junto a la cama de su madre moribunda, quien tenía una predilección especial por don Antonio- me trae a la memoria el nombre de otro andaluz, Juan Díaz del Moral, notario de Bujalance y de Madrid, destacado intelectual que fue depurado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas de la dictadura franquista.
El éxodo de la Guerra llevó a algunos de sus familiares al vecino país galo, en concreto a una de sus hijas, Eugenia Díaz, madre del abogado administrativista Antonio Tastet. El letrado ha relatado al periodista la crueldad de aquellos episodios, el entrañable reencuentro de su progenitora con su viejo profesor del Instituto Santísima Trinidad de Baeza en la estación ferroviaria de Cerbére, cuando apenado, desmejorado y fatigado Antonio Machado aguardaba junto a su madre la llegada de su hermano José y de su esposa Matea, quienes se habían separado momentáneamente para que les tramitaran el visado. La emoción embargó a los protagonistas del encuentro, quienes pudieron compartir un café en la cantina de la estación donde los adioses hablaron para siempre. La madre del abogado regresó a su tierra, y mientras vivió no pudo olvidar aquel adiós. El poeta y su madre quedaron sepultados bajo tierra extraña.
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