“El miedo y la culpa son enemigos de la felicidad” y parece ser que de eso se trata, las mentes poderosas y pensantes decidieron que era bueno que nos instalásemos en la culpa y en el miedo, que ambas nos atenazara y nos aprisionaran. Cuando esto ocurre, el miedo y la culpa nos paraliza y no nos deja actuar.
Durante estos últimos años hemos aprendido, como si de papagayos se tratase, a decir frases de una forma monótona, aprendidas, que no reparamos a pensar si su significado es cierto, frases como por ejemplo: “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, “mejor que me quede como estoy”, “otros están peor”,.... Primero nos enseñaron a decirlas y posteriormente nosotros las repetimos sin pararnos a pensar en su significado real, si es cierto lo que encierra tras de si, simplemente las hacemos nuestras y las soltamos. Pero sobre todo nos obligan a fijarnos en los que están debajo, en los que peor lo están pasando y así de esta forma no miramos hacia arriba, a los que no pasan estrecheces, los que vivieron y siguen viviendo por encima de sus posibilidades. Nos hacen sentirnos culpables de esta mal llamada y fabricada crisis, nos hacen creer que nosotros también hemos contribuido a ello, esa culpa nos paraliza, no nos deja actuar al igual que el miedo. Quieren que nos sintamos culpables e inseguros para que nos quedemos encerrados en nosotros mismos. Esta bien que miremos a los que peor lo pasan, que seamos solidarios con ellos, pero no podemos quedarnos ahí consolándonos y tranquilizando nuestras conciencias.
“...Muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado de lo que tenía para vivir...” Mcs. 2,38-44
Debemos ir mas lejos, ver quienes son los responsables y cuales son las causas que han generado la lamentable situación que padecemos y cuando menos pedir responsabilidades, reclamar justicia y exigir los derechos necesarios para poder vivir, trabajo, vivienda, alimento, sanidad, educación,... Tenemos que ser capaces de sacudirnos ese miedo, quitárnoslo de encima, dejar de sentirnos culpables, simplemente porque no lo somos, dejar de creer que nosotros somos los que tenemos que hacer o dejar de hacer determinadas cosas para que todo vaya mejor. El miedo y la culpa nos atenazan, nos paraliza, nos deja inmóviles y no nos sirve de nada y no nos beneficia para nada ni en nada.
La culpa y el miedo debemos convertirlo, como poco en rabia, que nos sirva de impulso para actuar, la solidaridad no solo se muestra con un donativo económico o en especies, se muestra luchando por la justicia, reivindicando lo que nos pertenece, que se redistribuya la riqueza, que no unos pocos tenga mucho y unos muchos tenga muy poco.
Ese cierto terror y esa sensación de culpa tenemos que convertirla en ESPERANZA, en creer que es posible, que juntos podemos, que las cosas no son como son, que se puede construir una sociedad nueva, distinta, igualitaria.
Tener y vivir en la esperanza de que estas situaciones injustas pueden cambiar, con el esfuerzo y el trabajo de todos.
Como decía Rosana en una de sus canciones: “Mejor vivir sin miedo, sin miedo, lo malo se nos va volviendo bueno, no hay sueños imposibles ni tan lejos, si quieres las estrellas vuelco el cielo” .
No nos pueden romper los sueños, porque estos son posibles y están ahí para que nosotros los hagamos realidad.
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