Los hechos podrían haber ocurrido así: “Durante un acto protocolario en Barcelona, un empresario enemigo del secesionismo se negó a dar la mano al presidente de la Generalitat, diciéndole que no le daba la mano por su manía en separar a Cataluña de España. Artur Mas, haciendo gala de su buena educación, volvió a tender la mano, llamándole amigo, pero el grosero insistió en su postura y dijo que le daría la mano sólo en el caso de que desistiera de apoyar el secesionismo”.
“El incidente habría quedado restringido a una anécdota, aunque desagradable, de no ser porque el Príncipe de Asturias sonreía mientras se producía la incivil circunstancia, y ya, lo que colmó la indignación, fue que se acercó al irrespetuoso y le estrechó amistosamente la mano, lo que ha causado estupor en todo el pueblo catalán, no sólo entre los independentistas, porque el Presidente de la Generalitat representa a todos los catalanes, y la impertinente y desconsiderada actitud se ha proyectado sobre Cataluña, su población y sus instituciones”.
“Al no haber existido aclaración por parte de la Corona, Cayo Lara manifestó que es hora de proclamar la Tercera República en España, ante el comportamiento chulesco y descomedido del heredero al Trono de España, y Alfredo Pérez Rubalcaba ha depositado en el Parlamento una moción para que los grupos parlamentarios se manifiesten”.
“Todos los medios de comunicación, sin excepción territorial, han mostrado su asombro y reprobación ante un comportamiento ofensivo que ha provocado una extensa e intensa indignación contra la Corona”.
Las cosas podrían haber ocurrido así, pero sucedió justamente lo contrario, y las reacciones no han podido ser más indulgentes y comprensivas. Igualmente, sin excepción territorial.
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