¿Por qué Carmen Crespo no es la secretaria general del PP?

Crespo sería la elegida si Rajoy aceptaba el cambio; si, por el contrario, el presidente (o la vicepresidenta) optaban por no altear el actual estatus la almeriense continuaría e

Pedro Manuel de La Cruz
01:00 • 02 mar. 2014

El pasado lunes mantuve un encuentro con el que ya hoy es oficialmente el presidente del PP de Andalucía. Fue en Carmona y Juan Manuel Moreno, que estuvo acompañado por Alberto Núñez Feijoó (si gan a este tipo: tiene la cabeza llena de sentido común),  tuvo la amabilidad se someterse durante más de dos horas a un fuego cruzado de preguntas y reflexiones sobre su decisión (¿atrevimiento, quizá mejor?) de liderar la travesía del desencanto a la ilusión de los populares andaluces.


Como no podía ser de otra forma, uno de los interrogantes que estuvo sobre la mesa fue el nombre quién ocuparía la secretaría general. Moreno dejó claro desde el principio que quería una mujer y se atrevió desde la sutileza consciente a ponerle nombre: Carmen Crespo. Sólo había un inconveniente que tampoco eludió: su presencia en la delegación del Gobierno en Andalucía. “Crespo sería una excelente secretaria general, pero su elección- que me corresponde a mí y solamente a mí- depende de la disponibilidad de Moncloa a acceder al cambio. Soy todavía miembro del gobierno y no adoptaré ninguna decisión que no cuente con el beneplácito de Moncloa. Andalucía no es una comunidad cualquiera; es, por geografía y demografía, la comunidad más importante y esas dos condiciones no hacen fácil el relevo en quien ostenta la máxima representación del gobierno en la región”. 


Después de oírle la situación estaba cantada. Carmen Crespo sería la elegida si Rajoy aceptaba el cambio; si, por el contrario, el presidente (o la vicepresidenta) optaban por no alterar el actual estatus la almeriense continuaría en el despacho de la Torre Sur del parque de María Luisa. Y así ha sido. 




Después de escuchar su argumentación me atreví a traspasar el umbral de la imprudencia y a medio camino entre la ironía y la provocación le sugerí una fórmula razonable para salir del laberinto a través de la sustitución de Crespo por Antonio Sanz. Una jugada a tres bandas que satisfacía a todos. El único problema de esta solución- insisto: irónicamente provocadora- estaba en que si a Dolores de Cospedal el malestar por la elección de Moreno en detrimento de su candidato le había irritado tanto que tardó más de ocho días, ocho largos días, en hablar con el elegido, la llegada a dos puestos claves- secretaría general y delegación del Gobierno- de dos políticos tan identificados con Javier Arenas, su enemigo íntimo, la pondría en el borde del precipicio de la mudez permanente.


Lo ideal es siempre enemigo de lo bueno y como sostiene el potentado enamorado del travestido Yak Lemon en “Con faldas y a lo loco” nadie- ni nada- es perfecto. Moreno sabe, bien que sabe (ahí están las claves que decantaron su elección), que la política es un desfiladero salpicado de esquinas en las que se refugian intereses personales, rencores permanentes y aspiraciones insatisfechas. Y el buen político es el que logra llegar a puerto en medio de la balacera del adversario y del fuego amigo del correligionario. 




 El tiempo desvelará la personalidad del nuevo presidente del PP, pero a pesar de las torpezas formales con que se produjo su nominación ha traslado una imagen de tipo sensato. consciente de que el camino podrá ser largo o no, pero seguro que difícil, muy difícil. 


Si en las últimas elecciones, donde todo se antojaba favorable, el PP no alcanzó la mayoría absoluta, dos años después las encuestas perfilan unas expectati




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