Moreno Bonilla inicia su larga Marcha

Ante Juan Manuel Moreno y su equipo de dirección en el PP andaluz se abre un abanico de posibilidades estratégicas entre las que, ni ellos mismos, saben con certeza cuál elegir

Pedro Manuel de La Cruz
01:00 • 09 mar. 2014

Ahora lo urgente es esperar. Después de congreso de transición celebrado por el PP andaluz, cualquier valoración sobre la capacidad de liderazgo del nuevo presidente o el análisis de por dónde circulará el relato político y estratégico del partido a partir de ahora está condenado al vicio, tan periodístico, del error por apresuramiento.
Ante Juan Manuel Moreno y su equipo de dirección de abre un abanico de posibilidades estratégicas entre las que, ni ellos mismos, saben con certeza cual elegir.
Después de la designación digital de Rajoy lo único que ha quedado claro es la voluntad del elegido para romper el fatalismo que les conduce (una vez y otra y otra y así hasta  doce veces en treinta y dos años), a la imposibilidad de llegar al poder en Andalucía.
Esto fue lo único que quedó claro en la escenificación sevillana del pasado fin de semana. Bajo la cúpula nominal de Congreso, lo que hubo fue un acto de aclamación en el que todos cumplieron con el papel que el argumento de la función ya les había escrito. Sólo la obstinada torpeza de Cospedal provocó un sentimiento de sorpresa en el patio de butacas. Su actitud- insultante para el candidato y para la militancia: la soberbia herida nunca le pudo hacer ignorar que el PP andaluz es el que más militantes y el que más votos aporta a las urnas de toda España-,la torpeza de la secretaria general, digo, llegando la última y yéndose la primera, fue la única extravagancia de la función. (Algo, por otra parte, que sentó fatal a la inmensa mayoría de los compromisarios: nunca nadie despreció a tantos en tan poco tiempo).
Pero una vez cumplido el trámite, la nueva dirección popular deberá enfrentarse al reto de recuperar la musculatura de un partido que ha navegado durante dos años hacia ninguna parte.
La forma en que se ha producido el cambio es manifiestamente mejorable. La nominación desde Moncloa supone un lastre para el candidato y sólo de su capacidad para desembarazarse de ese equipaje dependerá el que pueda acabar seduciendo a una militancia que, aunque lo haya votado, lo ve como el elegido, pero no por ellos. Moreno no deberá olvidar nunca el peso de un pecado original que sólo podrá ser lavado en las aguas del Jordán de la militancia cuando ésta lo sienta como suyo porque la haya sabido seducir.
Esa tarea de predicar la buena nueva era desde Ayamonte hasta Cabo de Gata lo puede hacer a la sevillana usanza y al bético modo. Si así lo hace acabará cometiendo un error del que, quizá, nunca se levante.
El PP andaluz puede dirigirse en Sevilla, pero no desde Sevilla. Ese ha sido uno de los errores que han provocado el bucle melancólico de la derrota en el que llevan años instalados.
Si Moreno no comprende que Andalucía es una geografía diversa y una demografía complementariamente distinta acabará siendo engullido por la filosofía de que Sevilla es el centro del mundo rodeado de suburbios. Sevilla es importante (y tanto) pero hay vida más allá de La Campana. Vida económica, cultural, académica, innovadora o mediática. Los mandamientos estratégicos para gobernar en Andalucía no se encierran entre la plaza de san Fernando y el puente de San Telmo. El PP no lo entendió así durante decenios y sólo la osadía de Arenas rompió con esa dinámica. Es cierto que no le valió para alcanzar el poder, pero al menos le sirvió para obtener la victoria.
Moreno debe aplicarse esa filosofía. Tiene sobre Arenas la ventaja de que no se le identifica con el sevillanismo ilustrado y, además, no tiene el equipaje cargado






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