Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido como el ‘Gran Capitán’, ha pasado a la historia por su hilarante rendición de cuentas a Fernando el Católico cuando este le pidió que detallara los gastos ocasionados durante las campañas de Italia. El balance que ofreció, sin embargo, reflejó conceptos tan absurdos que aquel famoso recuento de dispendios ha pasado a la historia para poner en evidencia a quien hace uso de tan extravagante exposición.
Entre los gastos se enumeraron cuantiosas partidas tan difíciles de justificar como los cien millones de ducados que se destinaron a picos, palas y azadones para enterrar a los muertos del enemigo.
El Gran Capitán igualmente sostuvo que invirtió ciento cincuenta mil ducados en frailes y monjas para que rogasen a Dios por las almas de los soldados caídos en combate. Otros ciento sesenta mil fueron a arreglar las campanas destruidas de tanto repicar a victoria y, finalmente, por tener que rendir estas cuentas, en la factura también se incluyeron cien millones más.
La fórmula empleada por Fernández de Córdoba para justificar tales gastos se sigue empleando hoy en día tanto en la actividad pública como en la privada, aunque es especialmente socorrida en el ámbito del tramperío político.
De hecho, se ha recogido una composición parecida durante estos días en la sede del Partido Popular de Almería.
El diputado en Cortes Rafael Hernando glosó las inversiones que el Gobierno ha destinado a los afectados por las riadas de 2012 en el Levante, atribuyendo 75 millones de euros del Consorcio de Seguros a inversiones del Estado y otros 13 millones en préstamos ICO - que tendrán que devolver los solicitantes- como gastos del Ejecutivo. Sencillamente, insuperable.
Las cuentas de Hernando Fraile, quinientos años después de las del gran capitán, han vuelto a provocar tanto asombro e incredulidad entre la plebe como estupor causaron en el rey Fernando los números del reino de Nápoles.
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