Pues a la vista de tanto agorero y de tanto vendedor de agonías, de tanto malasombra absorto en el dinero y en la travesía del Cabo de Hornos, de tanta reforma fiscal y de tanta basura, a nosotros no nos queda otra salida que cantar la llegada de la primavera. La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido. Para los que no somos economistas, ni registradores de la propiedad, ni abogados del Estado quizá sea un paréntesis tonificante tomar el sol en la playa así como escuchar los pájaros nuevos del parque. Que no me hablen hoy a menos de que estemos faltos de buenas comunicaciones o de que se retrasa para “in sécula seculera” la Alta Velocidad. Hoy quiero tenderme bajo un almendro a ver cómo crece la hierba. Ni prisas ni leches.
No paro de pensar en el hecho de que todo vuelve si el hombre no mete antes la pata. Vuelve la perdiz, vuelve la lluvia de abril y la flora de mayo, vuelve la vida. En el lugar más inverosímil del camino polvoriento, junto al carril pisado mil veces por las ruedas de los coches y las carretas, nace una imprevisible mata de romero. Nadie le ha dicho a esta mata que existe un ministerio de Agricultura con un señor dedicado a mirar por ella, y sin embargo, hala, ahí va la doncellita saltándose todos los boletines oficiales, nace y c rece sin que nadie le diga esta hierba es mía. Así es la naturaleza cuando no hay ni leguleyos ni ecologistas ni desde luego registradores de la propiedad por la vereda. Hoy por no haber no hay ni siquiera políticos. Están todos reunidos pensando cómo ganaran las elecciones para alargar su vida útil otros cuatro años con el santo propósito de trabajar por nuestra felicidad. Bien, dejemos esto para otro día, hoy toca cantar la vida. Los pájaros cantan, las nubes se levantan, las madres llevan al parque infantil a sus pequeños y los viejos ya algo encorvados juegan a la petanca. Dirán ustedes que no están las cosas para la lírica, pero,¿qué quieren que digamos cuando es la lirica la que no se puede aguantar? Antes había algunos poetas que se la jugaban contra los puños y las pistolas. Hoy quedan pocos. Probablemente han llegado a la conclusión de que conviene tomar el sol todos los días. Y después la siesta. Por eso no debemos quejarnos de que tarde tanto el AVE.
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