El Algarrobico

Diego Cervantes
01:00 • 06 abr. 2014

Una parte importante de la costa de Almería se ha salvado de la invasión del cemento que ha convertido al litoral español en un territorio insostenible.  Las consecuencias  de ese equivocado desarrollo hace que el  mejor turismo, aquel que respeta la naturaleza, que además deja más dinero y  ocasiona mayores puestos de trabajo, huya de esos lugares abigarrados que son invadidos por visitantes de escaso poder adquisitivo, de corta temporada y de botellón.  Las sempiternas condiciones de Almería, sus malas comunicaciones, su aridez desértica,  han servido paradójicamente para salvar gran parte de nuestra costa, como demuestra la atracción por nuestro Parque Natural del Cabo de Gata. Un espacio salvado por esas circunstancias, añadidas a factores humanos que pusieron por encima de los intereses especulativos, los valores de la naturaleza. Valga recordar a Doña Pakita como propietaria ejemplar que colaboró desde el principio con todos aquellos amantes de la naturaleza que desde la motivación científica, ecológica y política, consiguieron salvaguardar gran parte de ese espacio de las feroces dentelladas de un capital salvaje. Nos sentimos orgullosos de lo conseguido y damos las gracias a todos los que ayudaron a lograrlo.


 


Paraje Lo ocurrido en el paraje del Algarrobico fue provocado por todo lo contrario. La  desaparición de ese espacio natural,  una montaña litoral convertida en una mole de cemento, fue provocada por la conjunción de unos propietarios con intereses especulativos y unos políticos corruptos gobernando unas administraciones públicas sin someterse a la ley.  En 1988 se presentó en el Ayuntamiento de Carboneras, un Plan Parcial insostenible que asumió su alcalde. Por aquel entonces este pueblo gozaba de una economía boyante, tanto por su tejido industrial como su incipiente turismo, por lo que las razones que hoy algunos alegan de ofrecer puestos de trabajo no eran entendibles en ese momento. Dicho Plan parcial fue aprobado a pesar de no respetar los mínimos criterios ambientales. Vulnera la Ley de Costas según sentencia 266/08 al no respetar la zona de servidumbre del dominio público marítimo terrestre. La administración de la Junta de Andalucía, bendijo en un principio toda esa actuación. Los entonces responsables de la administración autonómica, quedaron envueltos en una maraña de irregularidades y oscurantismos, precisamente en una época donde la Consejería de Medio Ambiente estaba considerada en Sevilla como “el clan de Almería” debido al origen de sus mandatarios. Planes de ordenación donde la cartografía no coincidía con el texto, contradiciendo nada menos en considerar el suelo en cuestión como urbanizable o no,  posibles acuerdos entre la alcaldía y dirigentes socialistas provinciales, implican a altos cargos que llegan hasta la Presidenta del propio Parlamento, con la excepción de Vicente Abad cesado por su honradez. La Junta no solamente no ejercitó sus facultades en defensa del medio ambiente sino que modificó los planos para favorecer la operación.  




Un tufo que apesta y que no se ha explicado nunca.  Ya saben, “la Almería irredenta” que decía Valente.






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