La desbandá, como pantalones a la luna

Ginés Jesús Parra Córdoba
21:22 • 07 abr. 2014

Era agosto de 2004, nos comentaron que había una exposición en la Escuela de Artes organizada por el CAF, de fotografías de un canadiense llamado Norman Bethune, sobre la huida de población civil de Málaga hasta Almería en febrero de 1937. 


Tengo que reconocer mi ignorancia sobre el tema, hasta entonces. Lo que allí leímos y vimos, nos sobrecogió y nos sorprendió. ¿Como podía haber ocurrido aquella barbarie en nuestra tierra y no saberlo hasta ahora? Salimos de la exposición con el alma encogida, muchas fotos eran impactantes, de las que hablan por si solas, nos detuvimos en una que reconocimos rápidamente el lugar, era la esquina del Paseo con General Tamayo, tres niñas solas y asustadas, con frío, se cobijaban bajo la barandilla del Círculo Mercantil.


A partir de ese día intenté informarme del tema, hablar con personas que conociesen lo que ocurrió y leer cuantos documentos pude encontrar al respecto.




Norman Bethune (1890-1939) era un cirujano canadiense que se desplazó expresamente desde Valencia hacia Málaga con su unidad de transfusión de sangre para socorrer a la población civil que estaba siendo masacrada. Durante tres días él y sus ayudantes socorrieron a los heridos y ayudaron en el traslado de refugiados hacia la capital almeriense. Se internó sobre el fuego de aviones y barcos alemanes e italianos, que caía sobre las más de 150.000 personas que huían de las tropas franquistas; cundió el pánico ante la represión y por lo que decían los que acababan de llegar sobre los marroquíes enrolados en las filas del ejército nacional, “que violaban a las mujeres, sin hacer distingos entre niñas, ancianas y jóvenes, para clavarles luego en el pecho su machete”. 


Por ello, muchos civiles optaron por huir por la carretera que no había sido cortada, si bien estaba a merced de los bombardeos desde tierra, mar y aire, utilizó su ambulancia para trasladar hasta Almería a todas aquellas personas que peor estaban.




Posteriormente fui leyendo y escuchando distintos testimonios, cada uno de ellos más sobrecogedor que el anterior. Una mujer contaba: “Unos salieron de Málaga con lo puesto, otros cogieron lo de más valor, que iban dejando por el camino para poder correr mas”. Un superviviente, dice que: “Ochenta niños del orfanato esperábamos los autobuses para ir a Almería. Se dio la alarma y un avión bombardeaba a baja altura, algunos prefirieron quedarse en el autobús para asegurarse la plaza. Arrojó bombas incendiarias, volvimos y encontramos nuestro equipaje y los autobuses ardiendo: los que se quedaron estaban muertos, del grupo de niños quedamos diez; de los demás y de los profesores no volvimos a saber nada. Y los diez, juntos y solos, nos fuimos hasta Almería y nunca he olvidado a aquella mujer, herida por un obús, en medio de un charco de sangre que amamantaba y abrazaba a su hijo de dos meses”.


Ana Pérez recuerda: “Los bombardeos de los barcos...Hirieron a mi tía y a su madre, que le atravesaron el pecho, pero no murió; mi tía todavía tiene metralla. Todos gritaban y trataban de encontrarse, pero dieron una voz de que los heridos se fueran a un coche y las metieron en el coche. Y yo me quedé sola y me perdí...también nos ametrallaron desde los aviones. Mis padres nos cubrían con sus cuerpos...” Almería fue bombardeada cuando estos llegaban el 12 de febrero de 1937.




El 17 de febrero de 2008 pude participar en las marchas que conmemoran la desbanda, desde Aguadulce hasta la Puerta Purchena, ahi estaban algunos de aquellos que sufrieron dicha atrocidad, y lloraban al entrar


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