El Mayak, un barco de bandera turca apresado el día 6 de marzo en aguas internacionales de mar de Alborán por una patrulla de la Vigilancia Aduanera española, contenía en sus bodegas más de 12.000 kilos de hachís, pese a ello los ocho tripulantes apresados acaban de quedar en libertad. Es una consecuencia más de la derogación de la conocida por Ley de la Justicia Universal, un nombre presuntuoso para un país en horas bajas, donde el pesimismo ha debido de persuadir al legislador para que su visión no traspase de la administración cotidiana de la miseria, y unos brochazos aquí y allá para maquillar el incesante retroceso en bienestar y también en derechos.
Es cierto que en tiempos de mudanza o de cambios, y este lo es, se recomienda la prudencia, pero prudencia y conformismo no son necesariamente lo mismo y la diferencia se agrava, cuando ni tan siquiera hablamos ya de apatía o resignación, sino de una acción premeditada para erosionar libertades o garantías ciudadanas, reduciéndolas a la insignificancia o eliminándolas llegado el caso. Supongo que a los padres de Fernando Cousso, el periodista muerto en Irak por los disparos de un tanque americano, aunque no albergarán esperanza de sentar en el banquillo a los asesinos, les reconfortaba que un juez español pudiera abrir una causa contra ellos. He oído decir que era un lujo que no nos podíamos permitir en las actuales circunstancias.
¡Un lujo…! además inútil, es construir un aeropuerto sin pasajeros y sin aviones, un lujo es hacer un tramo del AVE y otras obras civiles millonarias que luego se abandonan. Derrochar recursos públicos fue una actitud común en nuestros gestores, aquejados de ese síndrome de nuevos ricos horteras, que recorrió como la pólvora España de una punta a otra. No podría hacerse una ley y tramitarla al menos con la misma celeridad empleada en la reforma de la ley de la justicia universal y el lunes nos encontráramos con una norma sencilla. Basta con un sólo artículo que exigiera a todos los cargos representativos además de ganar unas elecciones, cosa que no está nada mal, que se sometieran a un concienzudo test de la sensatez.
La primera pregunta podría ser esta: ¿Sí dispusiera de 50 millones en que lo gastaría? En caso de elegir hacer una obra, la que sea, recomiendo que lo suspendan por lo que pueda pasar.
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