Pocas cosas más arriesgadas en el ejercicio periodístico que el pronóstico, dado que el relato de la actualidad está reñido con la elucubración y las predicciones. Contar lo que pasa nunca ha sido –no puede ser- contar lo que va a pasar. Eso se lo dejamos a los economistas, que son unos hachas prediciendo con rigor el pasado y a algunos entrenadores que en lugar de aguas menores hacen Vichy perfumado. En todo caso y asumiendo el riesgo del fracaso, me atrevo a predecir que la manifestación sindical de este 1º de Mayo en Almería capital va a ser puramente testimonial. Y no me baso en la previsión del tiempo soleado y la tentación primaveral de nuestro litoral. No son las playas, amigos sindicalistas; es el descrédito. No pueden tomarse demasiado en serio las recurrentes apelaciones a los recortes y el rechazo a las políticas de austeridad cuando éstas vienen de unas organizaciones especialmente privilegiadas, que ejercieron un bien remunerado papel de comparsa política en los años en los que los gobiernos de Zapatero gestionaron desde la irresponsabilidad y que, finalmente, se han visto envueltas numerosos y continuados delitos, especialmente hirientes por tratarse en muchos casos de malversación de fondos destinados, precisamente, a los trabajadores desempleados. ¿Qué modelo sindical se defiende esta mañana en la calle, el de las mariscadas a tutiplén o el del sindicalista que, según su señora madre, guardaba dinero “como para asar una vaca”? ¿A qué austeridad se oponen tras la pancarta? ¿A la del mantenimiento de las subvenciones desaparecidas, los cursos falsos o los maletines de imitación de regalo? Por eso digo que esta mañana lo más probable es que bajo las banderas marchen los de siempre, los que han consentido que en la actualidad el sindicalismo se haya convertido en un rentable modo de vida en lugar de una herramienta efectiva en la defensa de los derechos de todos los trabajadores. Los demás estarán bajo la sombrilla.
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