Hello Kitty en la jaula de los tigres

Uno, que es más de letras que una sopa de sobre, guarda con las matemáticas la misma distancia que con los revólveres; aún comprendiendo su contundente utilidad, procuro alejarme de ellas lo más posible, no sea que las cargue el diablo. Si digo esto es porque aunque las matemáticas digan que el Almería necesita hoy tan sólo un punto para conseguir la casi inexplicable permanencia en Primera División, permítanme que ponga en duda el guarismo y me desvíe al guarrismo. De letras que es uno. Y es que nuestro equipo no necesita un punto, sino el puntillo que se da uno, entendido como ese personal e intransferible modo de coronar los lances. Esto es Almería y no sabemos hacer las cosas de otro modo. No puede haber, por tanto, mejor colofón a esta espiral de palpitaciones y sobresaltos que esa “dulce muerte” del final esperado -pero siempre incierto- del último segundo. Dependemos de nosotros mismos, sí, pero no podemos olvidar que en este juego de dos no es lo mismo participar activamente que dejarse llevar por las circunstancias. Así que nadie acuda al estadio o se siente ante la pantalla confiado en que el partido final entre el Almería y el Ath. Bilbao va a ser una especie de representación caballerosa del juego en donde los visitantes asumen gustosamente el papel de colaborador necesario. Me temo que se va a sufrir más de la cuenta y que no cabría sorprenderse tampoco si la cosa, por el seguro azar que gravita sobre el planeta fútbol, nos ofreciera un desenlace diferente al esperado y deseado. Ya apuntaba el presidente al inicio de esta temporada de regreso que descender no sería nada dramático. Lo que resulta increíble es que con una plantilla tan justita, un entrenador tan debutante y una afición tan endeble, el Almería haya llegado tan vivo a esta tarde y con oportunidad real de prolongarse en una categoría tan retorcida de colmillos y garras. Sería tanto como ver a Hello Kitty haciéndose un sitio en la jaula de los tigres. Suerte.