Mensajeros con vocación

Si alguien ejerce con merecido reconocimiento el oficio de mensajero es el cartero. Una actividad nacida en los primeros servicios de postas de la antigua Persia, seis siglos antes de Cristo, que a lo largo de la Historia ha  pasado por muchas y diferentes vicisitudes, asesinatos y agresiones incluidos, como el reciente apuñalamiento de una cartera en Sevilla. 

El hecho ha movilizado al colectivo en las últimas semanas, con concentraciones y protestas en nuestra capital, al tiempo que ha puesto en evidencia las dificultades y riesgos con los que desempeña sus funciones este colectivo que no cuenta con la debida protección y respaldo jurídico de la empresa, la sociedad estatal de Correos y Telégrafos. El ejercicio profesional de los repartidores rurales de correos conlleva aparejadas diferentes carencias y dificultades. 

La empresa no les facilita vehículo alguno por lo que  cada cartero ha de aportar su propio medio de locomoción, que a fin de cuentas  constituye su herramienta de trabajo; la deficiente dotación de buzones en las áreas diseminadas ocasiona numerosos problemas no solo para el propio profesional sino para los usuarios del servicio con pérdidas y confusiones en los envíos, hechos que se agravan por la carencia de personal y la falta de consolidación de los puestos de trabajo, entre otras causas.

Rural A estas alturas de nuestro tiempo no se entiende  que el correo electrónico pueda funcionar perfectamente y el correo postal, sobre todo en el mundo rural, ofrezca tan pocas facilidades a sus gestores. No es de recibo que un servicio tan esencial para los ciudadanos adolezca de situaciones indeseables como las aludidas, pues si se acaba con el mensajero desaparece el mensaje. 

Y es necesario que el cartero siempre llame  a tu puerta,  una, dos o equis veces , pues el cartero es un mensajero vocacional.