Hechos y no palabras

Lo que no se puede aceptar, como ha pasado en Almería, es que un alcalde decida que un problema no es suyo

Joaquín Jiménez
23:10 • 21 may. 2014

Quienes trabajamos en la política municipal, porque así lo hemos decidido voluntariamente, lo hacemos con ilusión y porque queremos colaborar en conseguir una mejor calidad de vida para nuestro pueblo o ciudad. Quiero entender que esto es aplicable a los miles de concejales y alcaldes que bregan a diario con los problemas más cercanos. Y quisiera creer también que a todos nos anima un mismo sentido de la responsabilidad y dedicación que debemos demostrar desde el momento en que juramos o prometemos nuestro cargo.


En estos días se ha hablado y debatido, por enésima vez, sobre el nivel competencial de las administraciones, municipal y autonómica, en asuntos que, de cara a la opinión pública, requieren de gestión y determinación y menos teoría política de la confrontación. Cuando la frontera que delimita las responsabilidades de cada cual esté borrosa, lo que esperan los ciudadanos de los poderes públicos es que se discuta lo que sea necesario y se acuerde lo que corresponda. Lo que no se puede aceptar, como ha pasado estos días en Almería, es que un alcalde decida que un problema no es suyo. Lo que se consigue con ese planteamiento es producir ruido político, algo de lo que los ciudadanos ya están cansados. 


Ni a mi ni a ningún político electo con sentido de servicio público se nos ocurre ignorar las quejas porque no sean de nuestra competencia. Un concejal no quita ni pone pensiones, no construye autovías ni mejora la frecuencia de los vuelos. No interviene en las listas de espera quirúrgicas ni baja el IVA. Todo esto, tan obvio, sirve para señalar que todo cargo público está para atender a los ciudadanos, para informarles, orientarles y, si de verdad es competencia suya, tratar de resolver el problema en cuestión. Sin embargo, lamentablemente, algunos siguen instalados en la trinchera. Desde ella disparan proyectiles del “y tú más” o “esto es cosa tuya”. 




Estoy convencido de que si la administración autonómica fuera del mismo signo que la municipal, los combativos alcaldes y concejales de la derecha se dedicarían a resolver las necesidades de sus ciudadanos con más celo y sin tanto ruido mediático. Pero, claro, estamos hablando de la Junta de Andalucía, esa administración que, por algún motivo, nunca en la historia de la democracia, los andaluces han querido confiar a la derecha política de la región. Esto, estimado lector, es un hecho incontestable que nunca han digerido las huestes populares ni sus avezados opinólogos de cabecera. 


El ayuntamiento es la administración más cercana que reconoce el ciudadano como institución para resolver sus demandas, y es ahí donde los políticos locales tenemos que emplearnos a fondo para sustanciar las necesidades de los administrados. Días atrás, el primer edil de la ciudad reprochaba a la oposición el seguimiento que tiene la audiencia pública en los plenos ordinarios, cuando de eso se trata, pero obviando cómo sus concejales de Gobierno encabezaban recientemente manifestaciones y concentraciones con vecinos de Los Almendros o El Puche.




 Nadie en política tiene el dogma de la verdad pero siempre habrá maneras de enfrentar los problemas porque no todos somos iguales. 





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