Las direcciones de la izquierda clásica están algo desconectadas o desconcertadas por los últimos resultados electorales. La socialdemocracia ve alejarse a los votantes debido al fracaso de sus políticas por supeditarse a los mandatos de la Troika que los embarra en el capitalismo más duro. Tras un buen hacer en el siglo pasado con los logros de los Estados del Bienestar en algunos gobiernos europeos, no han sabido estar a la altura para enfrentarse al neoliberalismo y al ataque del capitalismo financiero. Hoy son un ala liberal del sistema capitalista, con unas bases de izquierda moderada y unos dirigentes acomodados que contradicen diariamente sus palabras con los hechos. Difícilmente recuperaran los votos de jóvenes donde el cincuenta por ciento está en paro o en la emigración, si no miran sus orígenes. Todo empieza por devolver la palabra a sus militantes y el control de su partido frente a los excesos de la direcciones.
La otra izquierda, de vocación más revolucionaria, renacida en el movimiento contra la OTAN se encontró con el 15 M del que formó parte activa. Pero después de estar en todas las movilizaciones aportando el afamado espíritu de lucha de sus militantes, observa como desde posiciones próximas a sus ideas, aparece una candidatura populista, aparentemente de izquierdas por el origen de sus dirigentes, que compite por su electorado. Los emergentes, sin historia, y por tanto sin errores, son atractivos para una sociedad joven, educada con mensajes light. Hoy es más cómodo el compromiso anónimo simpatizante, que ser militante de las estructuras de partidos políticos. Más liviano aceptar un discurso tan simple como certero: “los de abajo contra la casta de arriba”, que hacer el esfuerzo de entender la carga ideológica de la lucha de clases y el histórico enfrentamiento entre el capital y trabajo. Sin ciencia política expresa, en solo cuatro meses, han obtenido millón y cuarto de votos procedentes del malestar.
La vida interna de los partidos de izquierda siempre ha sido exigente con las formas democráticas, sus órganos de dirección deben ser elegidos desde la base para controlar la táctica diaria, y los congresos convocados cada cuatro años, determinarán la estrategia política y los estatutos. En este modelo la militancia ha desempeñado un papel trascendental. La socialdemocracia despreció a su militancia a cambio de acercarse a las clases dominantes. La lucha constante de los comunistas con sus militantes en los centros de trabajo y en la calle, les hizo fuertes. Hoy se pierde la paciencia ante nuevas modas y esa otra izquierda, acuciada por la necesidad de atraer al votante, pretende igualar al simpatizante con el militante, otorgandole los mismos derechos. ¿Cómo se organiza la simpatía? En política, el género humano no puede convertirse en un cliente que solo sirva para votar, sino en activos militantes de la transformación social. Recordemos la letra de La Internacional: Agrupemonos todos … "No más deberes sin derechos, ningún derecho sin deber".
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