Hace unos días comentaba en este mismo lugar que la principal y acaso única aportación de la supermegacultural Junta de Andalucía en el caso del Cortijo del Fraile ha sido la incorporación del personaje del cartero al drama lorquiano. Y es que hasta ahora, a pesar de las numerosas y vibrantes declaraciones de identificación/apropiación de la figura del universal autor de “Bodas de Sangre”, el único papel que ha desempeñado nuestra administración autonómica de cara a la rehabilitación (los pluscuamperfectos gustan de decir aquí “puesta en valor”) del ruinoso edificio en cuyo entorno se sucedieron los hechos que inspiraron a Federico su popular aunque poco leída obra, ha sido el papel timbrado de las multas con las que habitualmente crujen a los dueños del edificio declarado Bien de Interés Cultural por la propia Junta. A más de 33.000 euritos llega ya la broma y claro, como no todo el mundo tiene el dinero necesario para restaurar un BIC acorde a los exigentes criterios de esta figura de protección, los dueños están, por decirlo al modo del granadino, entre el puñal y la calavera de plata. Y claro, como en la Junta se limitan a estar con la vara de nardo en la mano, sin hacer nada y sin dejar hacer nada, los dueños han dicho que hasta aquí han llegado: el cortijo para la Junta y allá que se maten ellas y ellos, como en su día se acuchillaron después de una boda antigua sin barra de chucherías y gintonics premium. (Los novios de antes se ponían estupendos por cualquier cosa). Y claro, el verdadero drama está ahora en la Junta de Andalucía, porque no es lo mismo hacer posturitas que hacer gestión cultural, con lo carísimo que es eso. Así que a ver cómo se las apañan ahora para rechazar el “regalo” que los legítimos dueños de la ruina les entregan, sin que se note que no tienen ni el dinero, ni las ganas de hacer lo que tantas veces ellas y ellos nos han dicho a los demás que había que hacer. Pues todo vuestro: ahí os queremos ver.
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