El PIB y ¡Carmen

Decía que era gitana. Sus profundos ojos negros, su abundante cabellera azabache y la tez casi de melaza podrían haber ubicado su genética en cualquier pueblo mediterráneo o del Sur. Acudía casi todos los días a la hora del aperitivo al mismo bar; habitualmente lo hacía con un niño de muy corta edad que sostenía en sus brazos. Mientras la mayoría de la clientela daba cuenta en esa franja horaria de unas cañas o de unos vinos con suculentas y sabrosas tapas, ella ingería el desayuno al tiempo que suministraba el biberón al pequeño, tras ser calentado por los empleados de la cafetería. Semanas después la encontré en la madrugada de la barra de un local que se anunciaba con luces de neón y al que ocasionalmente acudíamos un grupo de compañeros a echar la última copa cuando el cierre obligado del resto de bares y establecimientos de ocio nos dejaba tirados en la calle, huérfanos de noche. Coincidimos muchos mediodías después en la misma cafetería, donde tras algunas conversaciones aprendí que se llamaba Carmen , que rondaba la treintena y que el niño era su hijo no buscado de un chulo que la explotaba y bajo cuyo yugo sobrevivía sumisa y en condiciones de esclavitud. Un día me dijo que no soportaba más aquella situación y que necesitaba escapar de aquel ambiente y de su “dueño”. 

Tras algunas gestiones, un común amigo hostelero le abrió las puertas de su restaurante, donde  rehizo su vida con un nuevo puesto de trabajo y con un honrado padre que buscó para su hijo. Me acordé de Carmen hace unos días cuando leí que el gasto en prostitución y drogas incrementará la riqueza nacional. Hoy me he alegrado de que esta mujer no tenga que contribuir al PIB español por imposición del Tribunal de Cuentas Europeo y de que su trabajo no cuente en las estadísticas de gasto de las actividades procedentes de prostitución y drogas.