Ruido, furia y noticia

Por lo que recuerdo ahora mismo, no es la primera vez que escribo de esto y, aunque lo lamento, no será la última. Hablo del acelero y de la prisa que, quizás al amparo de las nuevas tecnologías, reina en la vida en general y en los medios de comunicación en particular. Tenemos urgencia por despachar los hechos en una frase, una idea o un argumento sencillo de entender y fácilmente masticable, a la espera del próximo asunto. Este proceso reductor de tiempos supone la eliminación del contraste informativo y la simplificación del mensaje. No nos damos tiempo para otra cosa. Lo digo porque sin duda todos ustedes recordarán el caso de una familia de un pueblo sevillano que la pasada Navidad pereció casi al completo por envenenamiento fortuito. Casi de inmediato, el suceso saltó a la opinión pública más o menos así: “Familia de indigentes muere por alimentarse de comida abandonada en los contenedores.” Naturalmente, una golosina de este calibre tardó minutos en generar una oleada de furia justiciera contra -para qué nos vamos a engañar- el gobierno central. Imaginen el estupor del alcalde del pueblo en donde vivían las víctimas al ver a toda esa gente tildándole de “asesino” ante el Ayuntamiento. Y es que las prisas por hacer justicia poética tienen como contrapartida la falta de rigor porque, a medida que ha pasado el tiempo y se han esclarecido los hechos, se ha sabido que ni basura ingerida, ni contenedores expurgados. La clave estaba en los tapones que almacenaban en casa para su posterior venta. Tapones de envases de pesticidas que nunca debieron llegar a manos de los fallecidos, ya que eran residuos peligrosos que debían haber sido destruidos y no vendidos. Ahora, una juez acaba de imputar por tres delitos de homicidio imprudente y un delito contra el medio ambiente al responsable de una chatarrería y a una empleada de una empresa de residuos, a los que se culpa del suceso. Pero seguro que no habrá ruido ni furia ni noticia.