Ayer, como cada mañana a las siete y media leía, según él, el último artículo del compañero, colega y además amigo, Antonio Fernández Gil. Los fieles a La Voz lo hemos conocido más como Kayros. Se despedía de sus lectores, entre los que me cuento, con la intención de descansar, darle al cuerpo un poco de relax tras los muchos años dedicados a la crítica política y social. ¿Descansar, Antonio? ¿De qué? ¿Vas a ser capaz de ver pasar el mundo y no dejar tu opinión sobre él? ¿Vas a dejar que los políticos sigan a sus anchas, haciendo de sus capas cadenas, condenando a los ciudadanos a sus caprichos y antojos sin la posibilidad, por lo menos, de cantarles las cuarenta, con una taza de “té con limón”? Un poco más solos nos vamos a encontrar los demás, Antonio, y lo sabes. Y la soledad, en estos tiempos turbulentos que vivimos, no es buena, no están los políticos por la libertad. No están por la crítica. La soportan, la compran cuando pueden, pero si pudieran, ay si pudieran.
Cierto que los años se notan cada día más, que hay mañanas en las que cuesta más trabajo saltar de la cama. Mañanas en las que los huesos se resienten, rechinan y hasta parece que se rompen. Días en los que tienes ganas de tirar la toalla cuando ves las manos que nos gobiernan (algunas veces parecen pies) y hasta los votantes que encumbramos a esos políticos al Olimpo. En más de una y de dos he tenido la intención de hacer lo que tú nos anunciabas ayer. Algo a lo largo del día me convencía de que no lo hiciera. Y ahí me tenías dándome una oportunidad más. Y así tras cada revés, y son muchos los sufridos a lo largo de los años. Se nos cansa el cuerpo, Antonio, y hasta el alma en más de una ocasión, pero mañana te voy a echar de menos. La bronca del político tendrá menos cabezas a las que castigar, la espada del político menos cabezas que cortar. La tuya, Kayros, ya no se asomará a las páginas del diario, a compartir con las demás las iras del de turno.
Sé que no te voy a convencer, compañero, pero habrá que tomarse La Voz aunque ya sin “té con limón”. Y que me pienso que tú también nos vas a echar de menos, que tú también te sentarás más de una mañana intentando que la pequeña justicia, la de la letra impresa, siga imperando en esta selva en que nos han convertido. Antonio, si mañana quieres o te apetece, te vuelvo a leer.
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