Como uno ha frecuentado más las bibliotecas que los aeropuertos, el concepto “ataque caníbal” le hace pensar más en historias de exploradores o misioneros que en el mordisco de un loco en el parking del Pryca. Pero como Almería es, más que una ciudad, un relato, ya te pueden intentar comer vivo en el aparcamiento de un centro comercial.
La noticia saltaba ayer a los medios y detallaba el brutal ataque sufrido por un ciudadano a manos (a mandíbulas mejor dicho) de un desequilibrado que, según confesó tras ser detenido por la Policía, se había sentido mirado de mala manera por el agredido. Y claro, usted pensará que al caníbal le va a caer una buena sentencia, porque no está bien eso de ir por la vida tratando de zamparse al personal.
Pues depende. Depende del juez que toque en el caso, porque si la agresión la juzga uno de estos jueces marchosos amantes del postureo alternativo, lo mismo además de una oreja el agredido pierde el juicio. Imaginen que la agresión se dirime ante un tribunal presidido por un juez capaz de señalar que el agresor estaba ejerciendo su derecho a la libertad de expresión y que, en todo caso, los mordiscos no son sino un “exceso en el ejercicio de las libertades”, tal como ha señalado el juez Ramón Sáez Valcárcel sobre cerco y acoso que un nutrido y organizado grupo de radicales y porroflautas realizó sobre parlamentarios de Cataluña. En España hay jueces que son capaces de dictaminar que cuando las opiniones particulares no están lo suficientemente representadas en los medios de comunicación privados es legítimo el disturbio. Así que ahora lo que tiene que hacer el letrado del loco es buscar un juez carnívoro y pensar en la indemnización que debe recibir su cliente por haberse resistido la víctima con fuerza a su legítima pretensión de escoger su almuerzo en la calle.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/64139/porroflautas-jueces-y-canibales