Este domingo, los militantes del PSOE acuden a votar para decidir cuál de los tres candidatos que se presentan a la secretaría general de este partido será quien lidere esta formación. Una confrontación electoral que me está pareciendo quizá de tono menor, pero interesante y, sobre todo, importante. Por el tono y las formas, que son muy correctas, y por lo que significa de apertura de un partido político a la sociedad, lo cual, además de inédito, es ejemplar. Loor, en este punto, a Alfredo Pérez Rubalcaba, que ha sabido poner en marcha, con todos sus claroscuros, este proceso, y ha sabido, además, retirarse con honor y sin dar más pábulo a las acusaciones de favoritismo hacia uno u otro candidato que las que han lanzado gentes interesadas en poner palos en las ruedas o, simplemente, desinformada. Pido al amable lector que no me crea víctima de síndrome de Estocolmo alguno. Ya digo que miro lo que ocurre en el PSOE -y en el resto de los partidos- desde la distancia del mirón, pero con la cercanía del profesional, veterano en la materia. Por eso puedo atreverme a decir que el comportamiento de los tres candidatos, Sánchez, Madina y Pérez-Tapias, es más que educado, lo que me hace sospechar que, gane quien gane, el primero o el segundo -el tercero parece que va de eso, de tercero en dis-concordia-, forzará una ejecutiva de integración, que inicie el viraje que el PSOE va necesitando desde hace muchos más años de lo que pensamos. ¿Serán capaces Sánchez, Madina, Pérez-Tapias y quienes integren el próximo equipo dirigente, de hacer que el PSOE levante el vuelo? Expreso mi respeto por los tres pero estaban más interesados en cómo arreglar las cañerías del partido que en reforzar los muros de España. Estamos ante un fin de semana importante. Sigo siendo un optimista incorregible, pero no me negará, amable lector, que algo vamos avanzando, aunque sea tan poco a poco.
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