Los empresarios se han plantado y han dicho basta al olvido a que el gobierno está sometiendo a las obras pendientes del AVE en Almería. Es una voz que clamará en el desierto, pero al menos se oirá y, en todo caso, servirá para que la ministra pueda continuar su insolente desdén hacia la provincia sabiendo que sabemos (bien que sabemos: ahí está el desprecio hacia sus compañeros de partido), que el balance de su gestión en Almería no pasará a la historia por avance alguno en la llegada de la alta velocidad.
No podrán decir lo mismo los gallegos, que han visto como las inversiones en los tramos pendientes de aquella comunidad ha aumentado la inversión de forma notable. Acabo de escribir esta frase y me alarma que los ilustrados que llamaron catetos a los que censuramos que no hubiera ningún almeriense en el gobierno andaluz, vuelvan a hacer uso del calificativo por fijarnos en la procedencia gallega de la ministra y del presidente del gobierno. Por Dios, cómo van a influir estas dos circunstancias en el dato, cuantificado por la ministra, de que, entre enero y mayo Adif había licitado casi cuatrocientos millones de pesetas en la línea gallega.
Con su rueda de prensa del lunes, los presidentes de la Cámara y Asempal han hecho lo que debían. Lo que ahora debemos hacer el resto de ciudadanos es acompañarles en la exigencia para fortalecerla.
Ya sé que esta es una aspiración condenada al fracaso; basta recordar que quizá la mayor manifestación de queja por cuestiones provinciales protagonizada por almerienses fue la celebrada en junio del 76 y tenía como objetivo censurar la actitud del presidente de la Federación Española de Fútbol por haber robado el sueño del ascenso a Segunda de la Agrupación Deportiva Almería. El “Porta a la horca” sonó con tanto estruendo en las calles de la capital que su eco hoy sólo produce bochorno; no porque no estuviera justificada la manifestación de entonces, sino por comparar aquel ruido con el silencio (de antes y ahora) con que acallamos reivindicaciones, quejas y agravios de muchísima más trascendencia que un ascenso futbolístico truncado.
Lo peor de ese silencio, cómplice por sumisión, es que a veces es acompañado por la censura hacia el que protesta. Ya verán como la trompetería comenzará a sonar analizando si los decibelios utilizados contra el gobierno del PP son mayores o menores que los utilizados contra el gobierno socialista en Andalucía y, en su valoración, olvidarán la críticas durísimas (negándose incluso durante meses a asistir a cualquier acto convocado por el gobierno autonómico), de la Cámara y Asempal a la presidenta de la Junta tras ser Almería la única provincia andaluza sin representación en el gobierno regional
Para muchos lo importante es mirar el dedo, no el lugar al que señala. Siempre sucede igual y por eso siempre pasa lo mismo. En vez de unir energías, las disgregamos; en vez de sumar, restamos.
Las reivindicaciones y las protestas son justas o no, independientemente de a quien vayan dirigidas y, en el tema de la alta velocidad, como antes en las infraestructuras que son competencia del gobierno andaluz, la realidad no admite dudas. El Gobierno y la Junta siguen contemplando a Almería como aquella provincia que en el 76 jugaba en tercera división. La historia de las infraestructuras provinciales ocupa el último capítulo en el relato nacional o autonómico. Siempre llegamos tarde o, lo que es peor, siempre nos sitúan en un vagón perdido o de destino incierto.
Es imposible predecir si las protestas, de antes o ahora, han tenido o tendrán un efecto
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