En esta época de decaimiento de los géneros literarios, creo que el nuevo realismo sucio no se encuentra ya en los moteles de carretera, sino en las transcripciones de las conversaciones telefónicas ordenadas por los jueces. No hay conversación inalámbrica que no destile una mortal concisión en los adjetivos y la acerada precisión de un escalpelo en la mesa de disección. Y ojo, que en eso somos todos iguales. Nadie saldría indemne de la plasmación de lo que habla por teléfono. Y claro, cuando luego se leen las cosas que se han dicho, a veces saltan todas las alarmas. Pero sólo a veces porque aquí importa más el sujeto que el verbo y el predicado. Es decir, que la gravedad o trascendencia de lo revelado dependerá del autor de la frase y no de la frase en sí. Por ejemplo, acaba de conocerse que la secretaria general de UGT Andalucía, Carmen Castilla, fue grabada (la Guardia Civil tiene un razonable interés por saber si en ese sindicato se robaba mucho dinero público con la connivencia de la Junta de Andalucía) lamentándose de ser equiparada físicamente con la presidenta de la Junta, Susana Díaz. “Tiene cojones que me comparen con ella, con lo fea que es” (sic.) Pues bien, por sorprendente que parezca, no se han conocido reacciones a esta frase por parte de colectivos defensores de los derechos y conquistas sociales de las mujeres, de los observatorios feministas, de las asociaciones de pluscuamperfectos y pluscuamperfectas y toda la guarnición de artistas y concienciados políticamente correctos que siempre están de guardia para evitar que se malpare o agreda verbalmente a las mujeres residentes en el Estado español, antes España. ¿Dónde están todas y todos los que hace unas semanas montaron esa monumental pajarraca contra el ex ministro Cañete por decir algo bastante menos textual? Qué feo –con perdón- está eso de esconderse cuando conviene.
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