Mariano Rajoy protagonizaba este viernes una de las escenas que más le horrorizan: salir a escena, valga la redundancia. El presidente despide el curso político con un discreto aprobado a su gestión económica en algunas encuestas, pero con un sonoro suspenso a la gestión política. El presidente, definitivamente, no solo no tiene carisma, sino que no tiene el menor interés en tenerlo. En las próximas horas, fiel a un compromiso que sin duda le encantaría no tener que cumplir, Rajoy protagonizará una de esas ruedas de prensa, -rara avis-, en las que no hay (casi) límite a las preguntas ni al tiempo de duración del acto.
El presidente no protagonizaba una de estas comparecencias desde el pasado 28 de diciembre. Muchas cosas han ocurrido en estos siete meses: la abdicación del jefe del Estado, el relevo en el liderazgo de la oposición, la mejora de las cifras (macro) económicas y, sin embargo, una aparente profundización en el estado de atonía de la sociedad, la irrupción de -Podemos- o la reciente entrevista con Artur Mas. Se supone que sobre todo ello, y sobre muchas más cosas, habrá de responder el presidente, que renunció a explicar el pasado lunes el contenido de su entrevista con Pedro Sánchez, el nuevo secretario general del PSOE, y el de la que mantuvo el miércoles con Artur Mas, president de la Generalitat catalana.
Ahora le ha llegado el turno al -casi desaparecido- Rajoy (desaparecido excepto, claro, a la hora de recibir a y explayarse ante la selección nacional de baloncesto: el deporte siempre es más rentable).
Ahora, en cambio, Rajoy se acaba de abrazar a esa palabra, -regeneración-, aunque no estoy del todo seguro de que también se haya quedado con el concepto. Vamos, que me gustaría convencerme de que el suyo, más allá de posibles reformas de la Constitución (o no... que diría el propio personaje), más allá de cómo se resuelva, al fin, la pesadilla que nos ha impuesto Artur Mas, es un proyecto de mejora de la -marca democracia española-. No sé si Mariano Rajoy, que es como es, con sus virtudes, que las tiene, y sus defectos de fábrica, que también hay algunos, ha entendido el mensaje de las urnas y los mensajes que le lanzan las encuestas. Que tiene que gobernarnos de otra manera, en suma.
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