El profesor Orejudo, de la UAL, es un hombre corajudo (valeroso, esforzado, valiente) que no tiene pelos en la lengua. Su autoentrevista en eldiario.es, no exenta de sarcasmo, termina con el título de este comentario: “Almería is not Spain“. Este es su último párrafo:
Orejudo: “Pues mire, qué quiere que le diga: la situación fiscal del País Vasco es cojonuda, así que me parece muy bien que se implante también en Cataluña. Lo que no sé a qué está esperando Susana Díaz para pedir que se nos aplique en Andalucía, a ver si así mejora un poco nuestra vida en Almería, que es donde yo vivo y pago el mismo IRPF que mis colegas de la Pompeu i Fabra. Lo digo porque aquí no tenemos vía férrea ni autovía que nos conecte con Málaga y Murcia, que son las dos provincias con las que limitamos. Y los viajes en avión son tan caros que a veces sale más a cuenta ir a Londres con un low cost y de allí pillar un vuelo barato a Madrid. Se lo digo con la mano en el corazón: Almería is not Spain.”
Desde luego, si qusieramos competir (que no queremos) con Cataluña y el País Vasco en victimismo, los almerienses llevaríamos las de ganar. Y con razón. Pero antes de caer en la trampa del sentimiento victimista (de la que hablamos el miércoles en nuestra tertulia de almerienses transterrados) debo declarar solemnemente que, al igual que amo a los judíos y destesto a los sionistas (como Woody Allen), también amo a los catalanes, vascos, castellanos, etc., y destesto a los nacionalistas.
Desde que existe la soberanía del pueblo español, proclamada por primera vez por sus representantes en Las Cortes de Cádiz de 1812, llevamos algo más de 200 años favoreciendo todo aquello que favorece a las regiones, nacionalidades o naciones más ricas a costa de las más pobres.
Con una mano en el corazón y otra en el monedero, a los independientistas catalanes les conviene hacer cuentas. Solo en los últimos años, en democracia, se ha tratado de compensar mínimamente la insolidaridad propia de la economía de mercado cuando el Estado no pone límites solidarios a la avaricia del capitalismo.
“Follow the money” (Siguel al dinero) Si repasáramos la cuentas de los bancos y cajas de Ahorro de España, comprobaríamos que el ahorro de las zonas más pobres (Extremadura, Andalucía, las Castillas, etc.) ha ido a parar habitualmente a las zonas más ricas (Cataluña, Madrid, País Vasco, etc.) Es natural. Desde el punto del vista de la rentabilidad, el dinero llama al dinero.
Los independentistas deberían repasar adonde iba a parar el dinero ahorrado por todos los españoles durante la Restauración canovista y toda la dictadura de Franco. Deberían estudiar, por ejemplo, la política arancelaria de la monarquía de Alfonso XIII y el destino de los coeficientes de inversión obligatoria del sistema financiero en la dictadura y buena parte de la democracia, desde el fin de la guerra civil hasta finales de los años 80. ¿Les suena Fuerzas Eléctricas de Cataluña, Aguas de Barcelona, Altos Hornos de Vizcaya, etc, etc, etc.?
Cuando en la península ibérica solo había carreteras de tercera (salvo la ruinosa autovía Sevilla-Cádiz, de Carrero Blanco), Cataluña tenía autopistas, de pago, sí, pero autopistas.
¿Algún victimista/independentista se ha preguntado por qué se instaló la SEAT en Cataluña? Por orden directa del dictador Francisco Franco quien siempre se sintió en deuda con el capital catalán y balear.
Es cierto que Franco maltrató a la lengua catalana, como Artur Mas maltrata a la lengua castellana, pero en asuntos de pelas, el dictador no hizo más que favorecer a Cataluña con los ahorros, entre otros, de los almerienses.
Si los independentistas catalanes pregonan que “Catalunya is not Spain”, puestos a ser victimistas, los almerienses tenemos más razones que ellos para decir que “Almería is not Spain”. Y eso que en Cataluña, los de Almería somos mayoría.
¡Ay, mi Cataluña querida! ¡Quien te ha visto y quien te ve!
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José Antonio Martínez Soler