Hacía años que no pasaba un agosto en Madrid y trabajando, y tengo que reconocer que la experiencia me ha gustado tanto que es posible que repita. La ciudad a pesar del calor está preciosa, más limpia y muestra su aspecto más amable, calles casi desiertas, restaurantes a los que se puede ir sin reservar -cosa imposible durante el resto del año- poco tráfico y aparcamiento en cualquier hora y lugar. Como mi ritmo de trabajo ha bajado, porque casi todos los políticos están de vacaciones, he tenido ocasión de hacer algo inusual durante el resto del año: visitar algunos de los mercadillos más conocidos de los alrededores.
La conclusión en forma de titular es que “en España se falsifica todo” y desde luego las marcas de lujo de ropa y complementos son un auténtico filón para los falsificadores y una oportunidad para quienes hacen del “postureo”, es decir de aparentar y no ser una forma, su forma de vida.
Mentiría si dejara que no he picado porque, como casi todas, soy incapaz de resistirme a un buen “chollo” aún sabiendo que no lo es, pero lo que más me ha preocupado de esta “ruta del mercadillo” es la alegría con la que se vende y también se compran productos de alimentación.
Hace tiempo leí en El País un amplio reportaje donde se explicaba que la guardia civil había desmantelado en Madrid una mafia que vendía caviar iraní falso ¡qué cosas! y al parecer la falsificación en alimentos se extiende desde artículos básicos como la leche, la carne, el pescado o las conservas el aceite hasta productos de lujo como jamón ibérico, champán o caviar.
En el artículo se decía que el volumen de las importaciones de alimentos falsos en España ha aumentado progresivamente y aportaba el dato de que mientras en el 2011 se requisaron 300 toneladas de alimentos ilegales en el 2013 se alcanzaron 500 toneladas de comida y 400.000 litros de bebidas y la cosa al parecer va en aumento.
Si la falsificación es la ruina para muchas empresas, digo yo que cuando se trata de alimentos la cosa se el complica y la pregunta es ¿hasta que punto las autoridades están actuando de forma correcta frente a estos fraudes que ponen en riesgo la seguridad alimentaria?
En estos mercadillos no he visto ninguna precaución especial: las latas están expuestas al público en puestos situados al sol con un calor de justicia y si bien en los alimentos frescos como las frutas y verduras se puede adivinar por su aspecto en que condiciones se encuentran, en los aceites, los embutidos o los productos envasados detectar si están en perfectas condiciones para ser consumidos es más complicado.
Claro que también me llama la atención la despreocupación total de los consumidores que en busca del chollo no reparan en nada más. Desgraciadamente la crisis económica ha supuesto que extiendan las falsificaciones de todo tipo y lo que podía ser una buena oportunidad para los consumidores, porque los precios han ido a la baja se puede volver en un riesgo para la salud.
¡En fin! Supongo que la policía municipal de las distintas localidades también esta bajo mínimos porque la mitad de las plantillas se ha ido vacaciones y por eso yo al menos no he visto a ninguno pasearse por estos mercadillos vigilando los chupichollos. ¡Que país que diría aquél!
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