Para admirar en toda su extensión el disparate que supone hacer una Escuela Pública de Golf en el Toyo, a doscientos metros de un campo de golf ya existente, basta imaginar qué delicuescencias no estaría soltando la Junta de Andalucía y su entorno si el responsable de semejante majadería fuera el Ayuntamiento de Almería: “la insensibilidad de la derechona y su desprecio atávico a las necesidades básicas del pueblo andaluz”; “la querencia de los señoritos por los deportes pijos” o “el error de insistir en derroches innecesarios en tiempos de turbación” serían (no es difícil imaginar el percal) elementos sustentadores del discurso progre de oposición al proyecto. Pero como la Escuela de Golf (presentada, no lo olviden, por la propia Junta como de “construcción inminente” en ¡enero de 2010!) tiene el visto bueno de los señoritos de Sevilla, pues todos a comulgar con las primeras piedras. Y claro, no podemos olvidar que el subsuelo almeriense es rico en esa mineralogía incierta de primeras piedras que se entierran con ánimo propagandístico y que al final no son más que el sepelio de la poca vergüenza de algunos. Ahí está muerta, pero de risa, la primera piedra del hospital materno-infantil de Almería, ese “hotel para madres” anunciado en campaña en 2007 por el PSOE y del que no hemos vuelto a saber más que (según dijo la actual consejera de Salud) “una cosa son los deseos y otra la realidad”. Sin dinero para que los almerienses nazcan mejor, pero con dinero para que los almerienses aprendan a jugar al golf. Sin dinero para quitar los barracones en los que estudiarán los alumnos del IES vecino a la Escuela de Golf, pero con dinero para aprender el swing y el drive. Así estamos en Andalucía: el vivo al bollo y la Junta haciendo hoyos.
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