En los pueblos del interior, donde no llega la brisa de la mar, los veranos son muy duros en las horas centrales del día. Es en esos momentos cuando se busca el refresco de una casi helada cerveza y un chapuzón en las claras aguas de la piscina municipal. Las piscinas empezaron a llegar a nuestros pequeños pueblos gracias a la diputación provincial y sus planes. Los veranos cambiaron para miles de vecinos, empezando por los más jóvenes, que vieron de la noche a la mañana como no tenían que desplazarse al pueblo vecino en busca de la balsa de toda la vida (con las ranas incluidas) donde darse un chapuzón. Los jóvenes se desplazaban algunos kilómetros andando o en bicicleta (que también son para el verano) en busca del refrescante baño del medio día. No son fáciles de mantener las piscinas. La diputación, en los tiempos de Tomás Azorín (recuerdo en estos días unas declaraciones de Tomás siendo delegado del gobierno en Sevilla: “A Pujol lo vamos a meter en la cárcel”. Habrían cambiado mucho las cosas con Cataluña si así hubiera sido, pero ocurrió lo contrario, le costó el puesto sevillano a Azorín) abrió las aguas a los bañistas, pero ello le creaba a los pueblos unos gastos importantes durante los meses de verano. Algunos no tienen problemas para el mantenimiento y con lo que pagan las familias del municipio costean los gastos de las piscina. No es así en todos, y algunos ven como sus arcas se vacían durante estos meses con los gastos del socorrista, el cloro, el antialgas, el floculante y no sé cuantos productos más que consume con glotonería el elemental líquido.
Las administraciones siempre han mantenido que no es cara la construcción de una infraestructura, que es el mantenerla. Y eso ocurre con las piletas, que diría un argentino, que jalonan los pueblos almerienses. Son necesarias, son imprescindibles, son caras pero hay que mantenerlas. Y cuando un ayuntamiento no puede ante un vecindario que disminuye cada día, pero que en verano se encuentra con hijos, pequeños y no tan pequeños que vienen a pasar unos días ¿qué debe hacer? Son muy duros de vivir los medios días de julio y agosto en los pueblos del interior almeriense y los vecinos se merecen poder refrescar sus cuerpos no sólo por dentro. La de Bentarique es una pasada y los vecinos se sienten muy orgullosos de ella. ¿Pero, quién la costea?
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