De un tiempo a esta parte en algunos rincones de nuestra provincia sus vecinos asisten algo confusos y con cierta inquietud a situaciones y episodios relacionados con el mundo animal, tan cercano y autóctono como la propia vecindad, máxime en una tierra donde predomina el ámbito rural frente al urbano. Sin embargo, la confusión parece haberse apoderado también de los diferentes entornos que nos rodean. Sin ir más allá de la mera mención, pues el sucedido ya fue objeto de comentario a su debido tiempo en esta esquina de La Voz, la Sierra de Celín se ha transformado en varias ocasiones en desconocida región selvática donde reaparece antaño y hogaño un supuesto hermoso ejemplar de pantera negra que tiene a gala figurar en la interminable oferta audiovisual de youtube. En esta inacabada e inacabable actualidad animal almeriense ahora nos embebe ahora una nueva preocupación de solidaridad vecinal. Resulta que Roquetas de Mar, pujante referente del desarrollo económico y urbano del Poniente, asiste atribulada a un suceso que, aunque no es novedoso, si ha sido objeto informativo en los diarios y aún ostenta su respetable espacio en esos lavaderos públicos que la sociedad de la información ha dado en llamar redes sociales. Resulta que un gallo, que debe de tenerlos bien puestos, roba el sueño con su canto e impide el descanso de algunos vecinos del barrio roquetero de Puerto Sol. Hasta ahora –no sé si ya se ha resuelto este problema ciudadano- nadie ha encontrado solución a tamaña perturbación vecinal.
La cuestión ha sido tema de conversación callejera y de debates familiares, ha ocupado no pocas líneas de tinta y hasta sesudas tertulias en las que no han faltado atrevidas propuestas, muchas cruentas que, afortunadamente, no se han ejecutado. Empero, a nadie se le ha ocurrido pensar que acaso la polémica del canto se sustente en la mala pluma del gallo de Roquetas.
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